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Concurso fotográfico: Burica, La Ruta de los Primates

 

CONCURSO DE FOTOGRAFÍA

📸

Burica, Ruta de los Primates

¡Gana uno de tres premios de $100 USD!

🎯 Objetivo: Mostrar lo espectacular que es la Península de Burica como modelo de turismo comunitario ecológico.

📍 La Península de Burica incluye todo el territorio de los corregimientos de Puerto Armuelles y Limones.

🗓️ Fechas importantes:

  • Inicio: 21 de septiembre de 2025
  • Cierre: 31 de octubre de 2025 (7:00 p.m.)
  • Anuncio oficial de ganadores: 6 de noviembre de 2025

📷 Temas del concurso:

  • 🌿 Biodiversidad
  • 🌄 Paisajes
  • 🧑‍🌾 Cultura

👥 ¿Quién puede participar? ¡Cualquier persona que viva o visite Burica! No necesitas ser fotógrafo profesional.

📬 ¿Cómo participar? Envía tus fotos por correo electrónico a: 📧 ProyectoPrimatesPanama@gmail.com

Puedes enviar hasta 3 fotos por categoría (máximo 9 fotos). Incluye en el correo:

  • Tu nombre completo
  • Título de cada foto
  • Categoría (Biodiversidad, Paisajes o Cultura)
  • Lugar donde fue tomada
  • Breve descripción de cada imagen

🏆 Premios:

  • 3 fotos ganadoras recibirán $100 USD cada una
  • Selección por panel de expertos de Proyecto Primates Panamá

📜 Importante: Las fotos ganadoras podrán usarse para promocionar la Ruta de los Primates. Tú sigues siendo dueño de tus fotos.

Nota: Cada premio puede ser declarado desierto, de no haber fotos de la calidad requerida.

LA RUTA DE LOS PRIMATES es una iniciativa de turismo ecológico y comunitario


Descargue las bases en formato pdf 👇🏼

CONCURSO DE FOTOGRAFÍA 2025

¿Qué es la Ruta de los Primates?

Vídeo sobre la Ruta de los Primates


 

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Mensaje sobre el Día Internacional de la Diversidad Biológica

PROYECTO PRIMATES PANAMÁ

MENSAJE

DÍA INTERNACIONAL DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA 2025

Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible”

El 22 de mayo, al conmemorar el Día Internacional de la Diversidad Biológica 2025, nos unimos al llamado global lanzado por la ONU con el lema “Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible”. En un momento en que el planeta tiene pérdida acelerada de especies y ecosistemas, esta fecha debe ser más que una ocasión simbólica. Es una invitación urgente a reflexionar y a actuar colectivamente como sociedad.

Vivimos tiempos en los que nuestras decisiones, tanto individuales como colectivas, tienen un impacto real en el presente y en el futuro. Según el informe del IPBES, las causas profundas de las crisis ambientales, como la degradación de los hábitats y la biota que nos sostiene también están estrechamente ligadas a nuestros sistemas sociales y económicos. Estos modelos han favorecido el consumo excesivo, la desigualdad y la explotación desmedida de la naturaleza, como si no hubiera un mañana. Sin embargo, el mismo informe nos recuerda que un cambio profundo es posible si transformamos nuestras formas de pensar, producir y convivir, colocando la vida como prioridad.

Panamá, reconocido por su extraordinaria riqueza natural, tiene un rol fundamental en este proceso. Nuestros ecosistemas sostienen una gran diversidad biológica, pero también reflejan los mismos desafíos que enfrenta el planeta entero que incluyen decisiones basadas en intereses a corto plazo y limitaciones en la gobernanza ambiental. Proteger la biodiversidad no es solo preservar especies, sino mejorar nuestra calidad de vida. La seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua limpia, la prevención de desastres naturales, la salud pública, la generación de empleo local y la resiliencia ante el cambio climático están íntimamente relacionadas con ecosistemas sanos y funcionales. Por ejemplo, los bosques ayudan a regular el clima, purifican las aguas; las zonas costeras con manglares mitigan inundaciones, y los polinizadores sostienen nuestra agricultura. Son estos servicios ambientales y ecosistémicos los que sostienen indicadores esenciales de sostenibilidad.

A pesar de los obstáculos, hay motivos para la esperanza. En muchos lugares, tanto en Panamá como en otros países, comunidades organizadas han logrado restaurar bosques, proteger fuentes de agua, crear paisajes más saludables y proponer nuevas formas de economía. Estos logros muestran que es posible avanzar cuando se reconocen diversos saberes, como el conocimiento científico, el conocimiento local y el conocimiento indígena, y cuando se combinan con educación, innovación y voluntad política. El desafío está en ampliar estas experiencias, eliminar barreras como la falta de financiamiento o la desconexión entre políticas públicas y acciones en el territorio.

Desde Proyecto Primates Panamá, reafirmamos nuestro compromiso con la conservación de la biodiversidad mediante el trabajo en restauración de hábitats, monitoreo ecológico y sensibilización ciudadana. Pero sabemos que los cambios verdaderos solo ocurren cuando se suman muchas voluntades. Cada persona puede aportar desde su rol, reduciendo su huella ecológica, participando activamente en su comunidad, educando en valores de respeto hacia la naturaleza y exigiendo transparencia y responsabilidad a quienes toman decisiones.

El desarrollo sostenible no es una aspiración abstracta, es una necesidad urgente para garantizar el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Vivir en armonía con la naturaleza implica reconstruir nuestras relaciones sociales, económicas y culturales bajo principios de equidad, respeto y cuidado. Que este Día Internacional de la Diversidad Biológica sea un punto de partida, no solo para celebrar lo que aún tenemos, sino para comprometernos, desde todos los sectores, a proteger lo que somos y todo lo que depende de nosotros. Un planeta sano y rebosante de biodiversidad debe ser nuestro legado.


MENSAJE DE PROYECTO PRIMATES PANAMA 2025

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Día Mundial de la Tierra 2025: «Nuestro Poder, Nuestro Planeta»

Día Mundial de la Tierra 2025: «Nuestro Poder, Nuestro Planeta»

Mensaje de Proyecto Primates Panamá

Este 22 de abril, el mundo celebra una vez más el Día Mundial de la Tierra, una fecha que nos invita a reflexionar y reafirmar nuestro compromiso con el planeta. Bajo el lema de este año, “Nuestro Poder, Nuestro Planeta”, se resalta el papel fundamental que juegan las personas en la defensa del medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático.

A más de 50 años de su primera conmemoración, el Día de la Tierra se ha consolidado como una de las movilizaciones ambientales más importantes a nivel global. Sin embargo, el contexto actual exige mucho más que celebraciones simbólicas. El planeta enfrenta múltiples amenazas: aumento acelerado de las temperaturas, pérdida de biodiversidad, contaminación de suelos y océanos, deforestación, escasez de agua y fenómenos climáticos extremos que impactan a millones de personas cada año.

En Panamá, la situación no es ajena a esta crisis global. Seguimos perdiendo bosques a un ritmo alarmante, mientras actividades insostenibles, como la ganadería extensiva no tecnificada, siguen siendo financiadas por la banca con la anuencia explícita del Estado. Este modelo de desarrollo insostenible debe ser inadmisible en pleno siglo XXI. Los monocultivos extensivos, que carecen de compromisos claros con la creación de corredores biológicos, reservas naturales o medidas efectivas de restauración, tampoco representan un verdadero progreso. Por el contrario, perpetúan un legado de destrucción ambiental que compromete el futuro de las próximas generaciones.

Frente a esta realidad, reconocemos que los gobiernos, las empresas y las organizaciones tienen grandes responsabilidades. Sin embargo, ningún esfuerzo será suficiente si no contamos con el compromiso diario de cada individuo: hombres, mujeres y niños. Este 2025, el mensaje es claro: el verdadero cambio comienza en casa, en la escuela, en el barrio y en nuestras decisiones cotidianas . Cada persona tiene el poder de contribuir, con su ejemplo, a la construcción de una cultura de respeto y cuidado hacia la Madre Tierra.

Desde Proyecto Primates Panamá, rechazamos categóricamente la minería y cualquier actividad destructiva o contaminante que priorice el crecimiento económico a corto plazo, mientras destruye ecosistemas clave en el presente y compromete el futuro. Este tipo de prácticas, impulsadas bajo argumentos de aumentar el PIB, restan oportunidades y recursos a las próximas generaciones, perpetuando un modelo insostenible que ignora la Constitución, las leyes y los principios democráticos que ayudan a respetar consensos, tratados y visiones a largo plazo de país.

Instamos a todos los actores del país, especialmente a los ciudadanos, a asumir con firmeza y visión a largo plazo la responsabilidad de proteger nuestra naturaleza. La naturaleza no solo es nuestro hogar; es también la fuente de vida que nos sostiene.

El poder está en nuestras manos. Hagamos de este 2025 un punto de inflexión hacia un futuro más sostenible, justo y equitativo para todos.

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Dr. Ariel Rodríguez-Vargas
Presidente
Proyecto Primates Panamá

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Bosques Vivos, Primates Protegidos – Marzo: Mes de los Primates Neotropicales

Marzo: Mes de los Primates Neotropicales Bosques Vivos, Primates Protegidos”

Con el lema ‘Bosques Vivos, Primates Protegidos’ , damos inicio al Mes de los Primates Neotropicales, una iniciativa dedicada a destacar el papel esencial de los bosques como hogar vital no solo para los primates, sino también para innumerables especies que dependen de estos ecosistemas para sobrevivir. Al proteger los bosques, no solo salvaguardamos la vida silvestre, sino que también aseguramos el equilibrio natural que sustenta la biodiversidad, el clima y el bienestar de las comunidades humanas.

Los primates de los bosques neotropicales, cumplen un papel fundamental en su arquitectura y red de vida. Como dispersores de semillas, ayudan a la regeneración natural de los bosques, contribuyendo al equilibrio ecológico y a la mitigación del cambio climático. Sin ellos, muchas especies de árboles no podrían reproducirse, afectando directamente la estructura y composición de los bosques. Sin embargo, la deforestación, la fragmentación del hábitat y otras amenazas han puesto en riesgo sus poblaciones, lo que hace urgente reforzar los esfuerzos de conservación.

Los primates del Neotrópico se caracterizan por su gran diversidad de especies, adaptadas a distintos ambientes de la región. Presentan una amplia variedad de comportamientos sociales, desde grupos familiares liderados por una pareja dominante hasta sociedades más complejas con jerarquías establecidas. Son mayormente arborícolas y utilizan su agilidad, largas colas prensiles y extremidades especializadas para moverse entre los árboles. La estrecha relación entre los primates y los bosques hace que su protección sea interdependiente: sin bosques, los primates desaparecen, y sin primates, los bosques pierden una parte fundamental de su regeneración natural.

“Si protegemos los bosques, protegemos el futuro”, es el mensaje clave de esta campaña, que enfatiza que garantizar la existencia de los bosques neotropicales es un paso esencial para la conservación de la biodiversidad y el bienestar de las comunidades que dependen de estos ecosistemas.

A lo largo del mes, Proyecto Primates Panamá desarrollará diversas actividades educativas y de sensibilización. Entre ellas, destacan exposiciones, charlas, campañas en redes sociales y publicaciones en medios de comunicación, todas con el objetivo de generar conciencia sobre la relación directa entre la salud de los bosques y la protección de los primates.

Se invita a la ciudadanía, a instituciones y a la comunidad científica a sumarse a esta iniciativa, promoviendo prácticas sostenibles y apoyando esfuerzos que garanticen la conservación de los bosques tropicales.

Panamá, 1 de marzo de 2025 Sigue leyendo

Obituario a la Dra. Jane Goodall

En homenaje a la Dra. Jane Goodall (1934–2025)

Ariel Rodríguez-Vargas /Proyecto Primates Panamá

El mundo ha perdido una luz, pero su eco resuena hoy más fuerte que nunca. Con el corazón sobrecogido y una gratitud infinita, nos unimos al duelo global para honrar la vida de una de las figuras más revolucionarias de la historia de la Antropología y la Educación Ambiental, la Dra. Jane Goodall.

Jane Goodall en Gombe, Tanzania.

Jane no fue simplemente una primatóloga; fue la visionaria que nos enseñó a ver. Antes de ella, la ciencia observaba a los animales a través de un cristal de fría distancia. Ella, en cambio, se sentó en el suelo del bosque de Gombe con una humildad radical y una paciencia infinita. Al hacerlo, derribó las barreras que nos separaban. No solo descubrió que los chimpancés fabrican herramientas; nos reveló que son individuos con personalidades, que tejen lazos de amor, sienten el dolor de la pérdida y construyen culturas complejas. En la aparente sencillez de su método, el observar con el corazón abierto, residió su genio. Con ello le devolvió la voz a quienes no la tienen y cambió para siempre los cimientos de la ciencia y la ética.

Pero su revolución no se detuvo en los bosques de Tanzania. La Dra. Goodall comprendió una verdad fundamental, y es que la conservación no puede existir en el vacío. Entendió que la protección de la vida silvestre está inseparablemente ligada a la justicia social, la educación y, sobre todo, a la esperanza. De esa convicción nació Roots & Shoots (Raíces y Brotes), un movimiento global que sembró en millones de jóvenes la certeza de que el cambio es posible. Nos legó una de sus lecciones más poderosas, esa empatía no es una simple emoción, es una herramienta tan rigurosa y necesaria como cualquier método científico, y cada individuo, sin importar cuán pequeño sea, tiene un papel decisivo en el destino del planeta.

No solo descubrió que los chimpancés fabrican herramientas; nos reveló que son individuos con personalidades, que tejen lazos de amor, sienten el dolor de la pérdida y construyen culturas complejas. En la aparente sencillez de su método, el observar con el corazón abierto, residió su genio. Con ello le devolvió la voz a quienes no la tienen y cambió para siempre los cimientos de la ciencia y la ética.

Desde Panamá con dos oceános y un corredor biológico terrestre biodiverso que une a las Américas y hogar de especies tan vulnerables como el mono araña colorado, el mono aullador de Azuero y Coiba, el mono tití chiricano, su legado resuena con una urgencia particular. En este istmo, donde la biodiversidad es nuestra mayor riqueza y nuestra más grande responsabilidad, su mensaje nos interpela directamente. Honramos su memoria reafirmando nuestro compromiso inquebrantable; esto incluye investigar con un rigor que nunca olvide la ética, conservar de la mano de las comunidades locales y educar con la misma fe inagotable que ella depositó en las futuras generaciones.

Su vida fue el faro que iluminó la oscuridad de nuestra ignorancia. Su voz, el puente que unió especies. Su ejemplo, la brújula moral para todos los que creemos que un mundo más justo y compasivo no solo es posible, sino urgente.

Que su espíritu perviva en cada científico que une la conciencia al conocimiento, en cada guardaparque que custodia su territorio con valentía, en cada niño que planta un árbol y siente la tierra en sus manos, y en cada primate que se balancea libre entre las ramas, ajeno al hecho de que su libertad es, en parte, gracias a la chispa de empatía que ella encendió en el alma humana.

Gracias, Dra. Jane. Buen viaje. Por un planeta para todos, seguiremos su ejemplo y legado al mundo. Buen viaje, ha emprendido el viaje infinito, pero su sabiduría permanecerá con nosotros.

1 de octubre de 2025.
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Publicado originalmente en La Estrella de Panamá, 2 de octubre de 2025. Ver aquí.

Un Museo Humboldt en Panamá

Alexander von Humboldt y su legado universal

Ariel Rodríguez Vargas,

Universidad de Panamá y Proyecto Primates Panamá

Hay nombres que el tiempo, en lugar de opacar, vuelve más notorios. Este 14 de septiembre recordamos a uno de ellos, Alexander von Humboldt, una de las mentes más brillantes de la historia en las ciencias naturales. Nació en Berlín en 1769 y desde niño llenaba cuadernos con dibujos de plantas, mapas de ríos y mediciones del aire. Tuvo un espíritu indomable y encontró refugio en la geología y la botánica. Quería comprender la Tierra no como una colección de objetos para museo, sino como un organismo vivo y conectado.

Panamá en la mirada de Humboldt

Su gran gira científica inicia en 1799, con el continente americano como objetivo de estudio. Durante cinco años recorrió lo que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México, Cuba y Estados Unidos. No estuvo en Panamá, pero estudió a fondo la posibilidad de un canal interoceánico en el istmo, recopilando datos geográficos, históricos y cartográficos. Describió al istmo como un punto clave de la geografía mundial. En uno de sus ensayos examinó rutas alternativas para unir los océanos Atlántico y Pacífico, incluyendo Panamá y Nicaragua. Su mirada anticipaba la importancia estratégica que más tarde definiría a nuestro país.

Su periplo por el Nuevo Mundo no fue un paseo de placer. Se enfrentó a volcanes activos, a ríos que parecían mares y a selvas donde la enfermedad acechaba en cada zumbido de insecto. Midió la altitud del volcán Chimborazo, creyéndolo el techo del mundo. Fue allí, en la crudeza del trópico americano, donde nació su visión más revolucionaria, la naturaleza como una red de fuerzas interdependientes.

Humboldt fue pionero en determinar conocimientos claves. Determinó cómo la vegetación cambia con la altitud, la influencia de las corrientes oceánicas en el clima y el papel de los bosques en el ciclo del agua. También advirtió, antes que nadie, sobre los efectos del impacto humano en la naturaleza. En Venezuela observó cómo la tala de árboles secaba el Lago Valencia. En México denunció la destrucción ambiental causada por una minería depredadora. En Cuba condenó la esclavitud, no solo como una abominación moral, sino como un sistema que hería por igual a las personas y a la tierra. Para él, la codicia que deforestaba un cerro era la misma que encadenaba a un ser humano. La injusticia social y la destrucción ambiental eran dos caras de la misma moneda.

Ciencia integrada para el futuro del istmo

Ser científico con una visión humanista sigue siendo una virtud deseada en las nuevas generaciones, por tanto, continúa adelantado a nuestros tiempos. Su obra monumental, Cosmos, publicada entre 1845 y 1862, buscó describir toda la naturaleza como un todo con la visión unificadora de la ciencia. No era solo una enciclopedia de datos, sino una invitación a maravillarse ante la totalidad de la naturaleza o el universo como lo llamaba él.

De vuelta en Europa, Humboldt se convirtió en una leyenda viva. Su palabra era escuchada por Goethe, el gran poeta alemán, y también por un joven Simón Bolívar, a quien inspiró con su visión de una América libre y unida. Nos legó una visión sabia donde ciencia, justicia y soberanía se entrelazan. Humboldt no solo hablaba de mapas y especies, hablaba de dignidad, y eso resuena aún hoy en quienes luchamos por proteger lo que somos y lo que tenemos. El científico nunca opacó al humanista. Criticó el colonialismo, defendió a los pueblos indígenas y abogó por la educación libre. No menos importante aclarar que fue la inspiración científica para personajes como Charles Darwin, Ernest Haeckel, entre otros.

Hoy, mientras el mundo debate sobre crisis climática, extinciones masivas y desigualdad, el legado de Humboldt adquiere una actualidad desgarradora. Su mirada integral es el antídoto contra la parálisis y la indiferencia ciudadana o científica. Ya nos advirtió que es imposible entender la ecología sin entender la economía. En Panamá, su lección tiene un eco especial. La visión de Humboldt resuena en cada manglar amenazado, en cada río contaminado y en cada comunidad que lucha por no ser desarraigada de su tierra. Nos recuerda que no basta con crear “áreas protegidas” si no hay justicia social, que de nada sirve medir la biodiversidad si no sentimos la responsabilidad de protegerla con ahínco.

Un museo para el futuro, inspirado en Humboldt

Conmemorar a Humboldt no puede ser un mero ejercicio de calendario de natalicio. Es asumir el desafío que nos dejó. Es entender que la ciencia, sin conciencia, es un barco a la deriva. Su legado nos exige mirar más allá de los instrumentos de medición, los laboratorios, los manuscritos y los informes técnicos. Nos invita a integrar saberes, a escuchar a las comunidades, a reconocer que la sabiduría ancestral también es ciencia. Humboldt aprendió de los pueblos originarios técnicas de agricultura sostenible y manejo forestal. Reconoció que la observación empírica de quienes habitan el bosque puede ser tan precisa como la lectura de un barómetro. En pocas palabras, fue un científico humilde y nunca soberbio.

También, Humboldt fue un precursor de lo que hoy llamamos gobernanza ambiental. Su enfoque anticipó la necesidad de colaboración entre científicos, autoridades y comunidades para diseñar políticas efectivas. En sus escritos, ya se vislumbraba la idea de que conservar no es aislar, sino convivir con respeto y reciprocidad, ideas claves que todavía no terminamos de aprender.

Pienso que un Museo de Historia Natural, que incluya por supuesto un nuevo jardín botánico, en un lugar icónico de Panamá con el nombre e ideales de Alexander von Humboldt sería inspirador para las nuevas generaciones latinoamericanas que deben rescatar la esencia de la ciencia, combinada con arte y filosofía, tal como lo hizo von Humboldt y lo convirtió en un precursor del pensamiento ecológico moderno. Este museo podría mostrar la evolución del pensamiento ambiental desde los dibujos originales de Humboldt hasta las tecnologías modernas de monitoreo satelital. Podría conectar ciencia y cultura, con exhibiciones que integren conocimientos científicos y tradiciones locales sobre el manejo de recursos. Podría ser también un laboratorio para jóvenes científicos, ofreciendo residencias que combinen biología, arte y filosofía, como lo hizo Humboldt en su época. Puede ser el museo vivo referente de toda la región.

Una brújula para el siglo XXI

Recordar a Humboldt no es mirar hacia atrás, es mirar hacia adelante con más claridad y visión plena. Su legado no pertenece solo a los libros, vive en cada decisión que tomamos por el planeta. Él nos enseñó que la ciencia no es solo números y fórmulas, ni experimentos, ni colecciones, también es sensibilidad, belleza, empatía y responsabilidad.

Su forma de pensar nos ayuda a entender que todo está conectado, que lo que ocurre en un bosque afecta a un río, y lo que pasa en un río puede cambiar la vida de una comunidad. En tiempos de crisis ambiental, su mensaje es más urgente que nunca. Nos invita a ver la Tierra como un ser vivo, donde cada parte importa. Cada acción cuenta y cada ciudadano es necesario para proteger la madre naturaleza.

En Panamá, esa visión es vital. Nos recuerda que proteger la naturaleza no es un lujo, es una necesidad. Que el desarrollo debe caminar junto a la justicia social y el ambiente. Que no basta con medir la naturaleza, hay que cuidarla con pasión.

Que su memoria, en su natalicio, nos inspire a ser más curiosos, más valientes y más humanos. Porque el verdadero propósito de la ciencia es elevar el espíritu y ayudar a construir un mundo más justo, más bueno, más sabio y más vivo.

Publicado originamente en La Estrella de Panamá, el 14 de septiembre de 2025.

Día Internacional de los Primates

Primates y Desarrollo Sostenible

Ariel Rodríguez-Vargas

Presidente de Proyecto Primates Panamá

Cada 1 de septiembre, celebramos el Día Internacional de los Primates, una fecha para reflexionar y recordarnos que compartimos este planeta con seres muy cercanos a nosotros en la escala de la vida. Son seres inteligentes, sociales, con emociones, familias y territorios. En Panamá, este día nos invita especialmente a reflexionar sobre el futuro ambiental que anhelamos. Siendo un país pequeño, cada cicatriz en nuestro entorno es notoria. Por ello, cuidar de nuestros vibrantes bosques, mantener limpios los ríos y proteger a los primates como símbolo de la vida y de los ecosistemas de los que formamos parte, no es un simple deseo; debe ser un imperativo para una sociedad sabia y comprometida con su patrimonio natural.

En el borde sur de la finca de mis abuelos paternos, junto al río, conocí durante mi niñez a una tropa de monos tití conocido también como monos ardilla. Me fascinaba verlos moverse con agilidad y destreza entre las copas de los árboles en busca de alimento. Uno de sus manjares favoritos eran las «guabitas de mono» que crecían en la orilla. Nunca vi a estos pequeños primates en otro lugar que no fuera esos bosques ribereños, en la finca del señor Lay García y en la de mi abuelo. Eran parte de un mundo natural, silencioso y vivo.

También recuerdo los fuertes aullidos que llegaban desde la loma de “El Zapote”. Mis padres me contaron que eran los “monos concones”, animales muy grandes. En mi imaginación infantil, los veía como gigantes. Aunque nunca los vi, su voz resonaba en lo profundo del bosque primario, lejos del camino de lodo y polvo que la gente transitaba. Le temían a las personas. Habitaban únicamente en los «volantines» de los ríos Corotú y Rabo de Puerco, que parecían ser lo último que quedaba de un mundo ya desaparecido en otros lugares. La tala masiva y la potrerización de esa época no solo afectaban a los monos, sino que arrasaban con todo a su paso.

Con el tiempo, comprendí que su futuro dependía de una decisión humana muy sencilla: dejarles un espacio para vivir. Vi cómo esos bosques se convertían en arrozales, luego en maizales y huertas, y finalmente en pastizales para la ganadería extensiva. Los arroyos se volvieron hilos de agua lodosa y los potreros reemplazaron el verdor de los árboles. Los pocos monos se quedaron en silencio. Ya no había cantos ni movimiento entre las ramas. Solo silencio. Muchos años después, volvieron a aparecer; se habían escondido. La gente de ahora no los caza como antes, ¡pero persiste la destrucción de los bosques que a veces con tanto esfuerzo logran recuperarse!

Hoy, al escribir estas líneas, no busco solo recordar. Quiero invitar a la humanidad a reconectar con la naturaleza, a entender que la vida silvestre no es un obstáculo para el progreso, sino su fundamento. Los primates no son animales anónimos; son seres con nombre, familia e historia. En un libro que está casi listo para ser maquetado, presentamos a decenas de ellos, como Urakbá, Diana, Angelina, Virginia, Andreas, Lautaro, Iris, Lineo, Simón, Margarita, Adonis y Araceli, entre muchos más. Cada uno tiene un hogar, una comunidad y peligros que enfrentar. Son sujetos de vida, no objetos. Es una historia única que debe ser contada para que aprendamos a conocerlos y respetarlos, porque nadie defiende lo que no conoce, y nadie ama lo que no siente cercano.

Este cuidado no es solo un acto de bondad, sino una decisión inteligente. El mayor activo de Panamá no es el Canal, es la madre naturaleza. Debemos construir un futuro verdaderamente sostenible, un futuro verde. El turismo basado en la naturaleza, como el ecoturismo, el turismo comunitario y la observación de vida silvestre, puede fácilmente triplicar los ingresos por divisas que hoy genera cualquier actividad extractiva y de alto impacto ambiental. Y lo hace sin destruir los bosques, sin envenenar los ríos y sin silenciar los aullidos de los monos concones. No olvidemos que, incluso con un turismo aún incipiente, Panamá ya recibe más divisas de esta actividad que de muchas otras.

Este no es un sueño lejano, es una posibilidad real. Ya tenemos las leyes y los marcos internacionales de protección ambiental que nos recuerdan que el desarrollo debe cuidar nuestro entorno. Tenemos la biodiversidad, el clima y la belleza natural. Lo tenemos todo. Lo que necesitamos es voluntad y visión para ese modelo de desarrollo sostenible.

Reafirmo que el verdadero desarrollo no se mide en concreto, ni en minas, ni en la madera extraída de nuestros bosques; se mide en los bosques que se mantienen en pie. No se mide en caminos de polvo, sino en ríos limpios. No en ganado sobre tierra desnuda, sino en comunidades que prosperan cuidando su patrimonio.

Un Panamá verde no solo es posible, es necesario. Es nuestro futuro común. Un futuro con Urakbá, con Diana, con Lautaro. Con todos los que aún cantan en lo alto de los árboles y con todos los que vendrán después de nosotros.

Por eso, este 1 de septiembre, Día Mundial de los Primates, renovemos nuestro compromiso. Porque cuando cuidamos a los primates, nos cuidamos a nosotros mismos. Y cuando elegimos la vida, elegimos el futuro. Panamá tiene gente brillante; no echemos por la borda nuestros verdaderos valores y riquezas. El desarrollo sostenible de Panamá es verde y multicolor, como nuestros bosques.

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Publicado originalmente en La Estrella de Panamá el 1 de septiembre de 2025.

Manglar de David: el principio de precaución pisoteado

Manglar de David: el principio de precaución pisoteado

Ariel Rodríguez-Vargas

La reciente decisión de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de Panamá, al negar la suspensión provisional del Estudio de Impacto Ambiental del «Proyecto Puerto Barú», expone una preocupante omisión institucional. Esta resolución permite iniciar obras que afectarán los manglares del distrito de David, en Chiriquí, uno de los ecosistemas más valiosos de la costa pacífica. Aunque aún faltan permisos y concesiones, la Corte, como anfitriona despreocupada, abre las puertas al daño ambiental, como si eso no tuviera importancia.

Los demandantes solicitaron una medida cautelar basada en informes técnicos que advertían sobre impactos graves en manglares protegidos. A pesar de esta evidencia, la Sala concluyó que no existía «daño inminente», desconectándose de la gravedad de los efectos y del rol institucional de proteger el patrimonio natural.

¿Qué sentido tiene el buen derecho ambiental en manos de nuestra Corte si no puede actuar preventivamente antes del daño irreversible? El artículo 118 de la Constitución exige evitar la destrucción de ecosistemas. La Ley 41 de 1998, en su artículo 3, consagra el principio precautorio: cuando exista riesgo de daño grave al ambiente, la falta de certeza científica no debe usarse como excusa para no actuar. La Sala exige certeza total, contradiciendo la lógica del principio. Justicia ciega, cuando los peligros fueron advertidos por unidades ambientales del propio Estado.

Desde mi perspectiva como académico y biólogo, resulta preocupante ver cómo se desestima el conocimiento técnico con tanta liviandad. Panamá ha ratificado compromisos como el Convenio de Diversidad Biológica y el Acuerdo de Escazú, convertido en ley en 2021. Ambos obligan al Estado a prevenir daños a ecosistemas estratégicos como manglares y esteros, vitales para la vida marina. La omisión de estos compromisos convierte al país en firmante sin convicción, y al sistema judicial en un actor desconectado del derecho ambiental de tercera generación, que reconoce el ambiente sano como derecho fundamental e intergeneracional.

Los informes técnicos describen los impactos del enorme dragado permanente al estero, la construcción del puerto, la pérdida de hábitat marino, la contaminación del agua, la erosión del suelo del bosque de manglar y la afectación a la biodiversidad local. Es por ello que la medida cautelar buscaba evitar daños mientras se resuelve el caso. Pero la Corte exigió pruebas como si el daño ya hubiera ocurrido, vaciando el sentido de la acción preventiva. Una vez destruidos estos ecosistemas, ninguna sentencia podrá restituirlos. No se trata de rechazar el proyecto, sino de ubicarlo en un sitio adecuado como Puerto Armuelles, donde no causaría tal impacto ecológico sobre un área protegida.

Luego de todo esto vale hacer la siguiente pregunta: ¿para qué sirven las evaluaciones técnicas si no influyen en decisiones judiciales en casos clave? Esta desconexión entre ciencia ambiental y justicia representa una injusticia ecológica y compromete la legitimidad de la Corte. No es aconsejable que la alta magistratura de justicia de Panamá arrincone el conocimiento científico en favor de intereses ajenos al bienestar colectivo. En su rol institucional, la Corte debe proteger el interés público.

Tribunales internacionales han optado por caminos distintos. En el caso Lhaka Honhat vs. Argentina (2020), la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció que deben aplicarse medidas cautelares para evitar daños irreversibles al ambiente. El derecho ambiental progresivo exige que ante la duda, se favorezca la protección de la naturaleza. La Sala Tercera, por ahora, está privilegiando intereses inmediatos sobre derechos colectivos y ambientales de las futuras generaciones.

La justicia ambiental debe ser oportuna, efectiva y comprometida con el futuro. Si aspiramos a un modelo de desarrollo sostenible, que respete la vida, el agua, el suelo, la biodiversidad y los derechos humanos, necesitamos una justicia que no mire hacia otro lado cuando el ambiente pide auxilio. La verdadera justicia no puede seguir siendo cómplice del saqueo ambiental en nombre del crecimiento económico.

No quiero perder la fe total en la Corte. Espero que este lapsus no sea el preludio de una injusticia, pues muchos otros temas ambientales requieren el análisis y rigor de una Corte justa con los derechos de tercera generación.
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Publicado original en La Estrella de Panamá el 4 de agosto de 2025.

Poema: Voces de La Tierra

La naturaleza es mágica.

VOCES DE LA TIERRA

 

Melifluo canto del ave al alba despierta,
pintando el cielo con su
arrebol.
La vida brota, fresca y siempre abierta,
un don
inefable… ¡eterno destello al sol!

Iridiscencia en el lago sereno,
donde el sol teje sueños de cristal.
Mas si el aceite mancha su terreno,
pierde la luz su manto celestial.

¡Oh, serendipia! Hallazgo inesperado
al ver la flor que nace entre la grieta.
Inmarcesible, fuerte y arraigado,
el viejo roble a la tormenta reta.

Limerencia profunda y verdadera
late en el pecho al ver el bosque en flor.
La tierra clama con
elocuencia fiera:
«¡Soy vida efímera, guardad mi esplendor!».

Lo etéreo del musgo en la montaña,
lo
efímero del ala en el cantar…
Si el hombre olvida su esencial campaña,
¿quién podrá el mundo volver a sanar?

Que nuestra huella sea jempiterna:
promesa viva de guardar, crear.
¡Que la naturaleza, madre tierna,
viva por siempre bajo nuestro andar!

 

El espejismo del reemplazo del plástico

El espejismo del reemplazo del plástico

Ariel Rodríguez-Vargas
Presidente de Proyecto Primates Panamá

Publicado en La Estrella de Panamá (7 de junio de 2025)

Este 5 de junio de 2025, el mundo celebra el Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema «Sin contaminación por plásticos», un llamado urgente ante una crisis global. En Panamá, como en gran parte de América Latina, esta fecha trae campañas contra los plásticos de un solo uso, una problemática tangible que afecta la biota, los suelos, playas, ríos y manglares. Pero los datos revelan una verdad incómoda: los plásticos no son la causa principal, sino el síntoma más visible de un modelo de vida insostenible. Esta fecha debe motivar una reflexión profunda sobre las raíces de la crisis ambiental.

Panamá genera alrededor de 191,580 toneladas de residuos plásticos al año, liderando la producción per cápita en la región, según cifras actualizadas. Más del 88 % no se gestiona adecuadamente, y entre el 60 % y el 80 % de los residuos marinos son plásticos. Este diagnóstico ecológico es alarmante. Pese a políticas como la prohibición de bolsas plásticas (2019), hoy vemos su retorno masivo, incluso para empacar frutas o vegetales que antes no requerían empaque. Lejos de consolidar una cultura sostenible, se ha normalizado el consumo plástico sin plena conciencia de su impacto, generando una contradicción entre los discursos ambientales y las prácticas reales.

El primer espejismo radica en buscar alternativas como vidrio, madera, papel o bioplásticos sin cuestionar su origen ni el patrón de consumo. La evidencia muestra que una botella de vidrio requiere más energía y emisiones que una de plástico si no se reutiliza decenas de veces. Una bolsa de algodón necesita unos 20,000 usos para igualar la huella ecológica de una bolsa plástica convencional. El papel, por su parte, presiona a los bosques no certificados bajo criterios sostenibles, amenazando la biodiversidad. En todo esto surge un segundo espejismo: las llamadas bolsas plásticas “biodegradables”. Estudios técnicos confirman que, en climas tropicales como el nuestro, estas se fragmentan aceleradamente en microplásticos, contaminando suelos y aguas más rápido que los plásticos convencionales. Cambiar materiales sin transformar el modelo de usar y tirar es apenas un paliativo superficial.

En Centroamérica, países como Guatemala, Honduras y El Salvador comparten una misma dinámica de consumismo con creciente generación de residuos, reciclaje insuficiente y sistemas colapsados. Se han adoptado modelos de consumo industrializados sin contar con las estructuras necesarias para gestionar sus consecuencias. Por ello, los impactos ecosistémicos ya son medibles en toda la región. Tortugas marinas como la laúd o la carey confunden bolsas plásticas con medusas y mueren por obstrucción intestinal. Arrecifes están acumulando microplásticos que reducen su resiliencia frente al blanqueamiento coralino. Los manglares, ecosistemas clave para la reproducción marina, ven alterados sus ciclos de nutrientes por partículas sintéticas. Según monitoreos recientes, el 90 % de los peces comerciales del Pacífico panameño contienen microplásticos, partículas que ingresan a la cadena alimentaria humana con efectos aún no totalmente comprendidos.

Frente a esto, la acción ciudadana informada es vital. Rechazar, por ejemplo, los plásticos en carnicerías usando recipientes reutilizables, llevar bolsas de tela duraderas al supermercado (sin caer en comprar nuevas “biodegradables” en cada visita), y evitar cualquier empaque de un solo uso son pasos concretos. Ninguna bolsa es ecológica si se usa una sola vez.

La solución real exige avanzar hacia una economía circular. Urge reducir radicalmente el consumo; establecer normas contra empaques innecesarios, como el plástico en bananos y otras frutas o el empaquetado plástico doble; rediseñar productos para que sean duraderos y reparables; implementar sistemas de reutilización efectiva; y tratar el reciclaje como última opción, no como excusa para mantener una producción desechable.

El Estado debe fortalecer con urgencia la legislación, invertir en gestión integral de residuos y penalizar la producción desmedida. Pero la ciudadanía también tiene un rol esencial o clave, debe cuestionar la comodidad efímera, exigir transparencia corporativa y valorar lo duradero sobre lo descartable.

En este 2025, el mensaje del Día Mundial del Medio Ambiente debe trascender lo simbólico. No se trata de satanizar materiales, sino de transformar nuestra relación con el consumo. Panamá, como puente biológico global con ecosistemas críticos, enfrenta una disyuntiva histórica. La ciencia es clara, solo un cambio sistémico evitará que el plástico, como síntoma de un modelo fallido, siga degradando nuestra riqueza natural. El camino es colectivo. Con menos consumismo, más vida. Con menos empaques, más futuro con ecosistemas saneados.

Nohkan: La odisea de un mono aullador en Puerto Armuelles

Nohkan: La odisea de un mono aullador

Ariel Rodríguez  Vargas

Nohkan, cuyo nombre evoca “el gran camino” o “aquel que ha recorrido mucho” en lengua originaria, es un macho adulto de mono aullador que se convirtió en símbolo de resistencia. Su historia comienza con un misterio: abandonó su grupo natal, quizás en los bosques de Monte Verde o la Reserva Forestal de Barú en la periferia norte de la ciudad de Puerto Armuelles, sin que sepamos qué lo impulsó a partir en esa dirección. Lo cierto es que su viaje lo llevó a cruzar un paisaje dominado por humanos, donde cada paso fue un desafío.
Primero fue avistado en los bosques de Quebrada Los Ángeles, en Nueva Florida. Desde allí, su ruta se volvió una hazaña: atravesó la Quebrada Carcache, sorteando los límites entre la comunidad de El Porvenir, Barrio Brujo y La Lima. Luego, siguió hacia Pez de Oro, Coronado, y finalmente llegó a los bosques de Cucuy y Palmar Sur. En su travesía, enfrentó carreteras transitadas, cercas que cortaban su camino, perros que lo acechaban y cultivos que reemplazaban su hábitat natural. Cada avistamiento fue un suspiro de alivio, había logrado sobrevivir otro día.

Pero la historia no termina ahí. Testigos reportan que ahora Nohkan no está solo: una compañera lo acompaña, cuyo origen también es un enigma. Si logran formar una familia, serían los primeros aulladores en recolonizar esta zona tras 8 décadas de ausencia, un rayo de esperanza para una especie que lucha por existir en medio de la fragmentación de los bosques.
Su odisea no es solo un relato de supervivencia, sino un espejo de los desafíos que enfrenta la vida silvestre. Muestra cómo las carreteras y los asentamientos humanos dividen los ecosistemas, pero también revela la tenacidad de la naturaleza para reconectar lo que hemos separado. Nohkan nos recuerda que cada árbol conservado, cada corredor biológico protegido, puede ser un puente para que otros como él escriban su propia historia de resistencia. En su aullido, hay un llamado a actuar: el planeta no es solo nuestro, y su viaje es prueba de que aún hay caminos por sanar.
Que siga aullando con fuerza y que su voz inspire a todos los que lo escuchan a proteger los basques que quedan, a restaurar áreas devastadas, a ser parte de la revolución ambiental para proteger la madre naturaleza.

Bosques nubosos y la biodiversidad en el Día de la Tierra

Bosques nubosos como islas de biodiversidad

Ariel Rodríguez-Vargas

En Panamá, los bosques nubosos no solo albergan una biodiversidad única, también son claves para nuestra seguridad hídrica y climática. Estos bosques no están desconectados de nuestra historia y tampoco de nuestro futuro. En la década de 1960, mientras Panamá aún dibujaba su mapa ecológico, un joven herpetólogo llamado Charles W. Myers se adentró en las montañas más remotas del país. Armado solo con brújula, cuadernos de campo y la sabiduría de guías locales, Myers documentó por primera vez esos bosques envueltos en niebla que hoy llamamos nubosos. En 1969, en la revista American Museum Novitates, los describió como “islas vivas de evolución”—reliquias de un mundo antiguo donde la biodiversidad se escribe en presente.

Medio siglo después, su intuición se ha convertido en evidencia científica, pues los bosques nubosos de Panamá son catedrales de vida. Albergan el 30% de las especies endémicas del país. Cada hectárea perdida borra interacciones únicas. Hay en cada espacio orquídeas polinizadas por insectos irrepetibles, helechos que solo brotan donde la niebla besa el suelo, hongos que resucitan troncos en descomposición.

Pero su valor trasciende la biología. Estos bosques son esponjas hidrológicas estratégicas. El denso follaje captura la humedad del aire y libera el 40% del agua a los ríos que abastecen a las plantas potabilizadoras, según datos hidrológicos del Ministerio de Ambiente. Ríos como el Chagres y cuencas que nacen en el Volcán Barú dependen grandemente de estos bosques. Además, cada hectárea absorbe hasta 300 toneladas por hectárea, según estimaciones técnicas recientes, superando a bosques de tierras bajas. En un país que se promociona como verde, esta capacidad no es solo ambiental, es estratégica.

Sin embargo, entre 2000 y 2024, hemos perdido 18% de su cobertura. La agricultura de café de altura o cafés especiales, hortalizas y otros rubros, impulsada por mercados que priorizan el precio sobre la integridad ecológica, devasta o desnaturaliza los bosques de tierras altas y destruye la biodiversidad asociada. Solo el 26% de estos bosques están protegidos. Corredores vitales como la Serranía de Cañazas (Veraguas) o Cerro Santiago, hogar de jaguares y robles milenarios, carecen de protección legal. Cerro Punta, con sus bosques nubosos y suelos fértiles por el legado del bosque y las cenizas volcánicas, no solo es una joya ecológica, sino también un hogar para personas que han defendido históricamente ese entorno. Una de ellas es Damaris Sánchez Samudio, que ha trabajado por la conservación local durante años. En Boquete, Ezequiel Miranda se ha destacado como defensor ambiental comprometido. Con gente como ellos, no perdemos la esperanza de que los bosques nubosos pueden recuperarse.

La esperanza no es un discurso, debe ser acción. En Cerro Campana, proyectos de restauración han recuperado el 70% de la funcionalidad hídrica en una década. El bosque puede regenerarse, pero necesita compromiso multisectorial. No basta con áreas protegidas; urge integrar políticas de desarrollo sostenible, inversión en restauración y educación ciudadana.

El verdadero enemigo no es la motosierra, sino la indiferencia generacional. Subestimar estos ecosistemas y sus servicios ecosistémicos equivale a sabotear nuestras torres de control climático, bancos genéticos y fuentes de agua. Perderlos sería condenarnos a una pobreza no solo ecológica, sino también económica. No olvidar que el turismo científico y de naturaleza aporta el 10% del producto interno bruto (PIB).

Este 22 de abril de 2025, celebremos el Día de la Tierra con hechos. Desde apoyar iniciativas de reforestación hasta exigir regulaciones claras para salvar lo que falta. Sigamos el legado de Myers, tengamos curiosidad científica, respeto por lo ancestral y voluntad de actuar. Los bosques nubosos no son postales; son pulmones, semillas y raíces del futuro panameño. Cuidarlos es cuidarnos.

El autor es académico y presidente de Proyecto Primates Panamá.

Publicado en La Estrella de Panamá el 22 de abril de 2025 – Día del Tierra
https://www.laestrella.com.pa/opinion/columnistas/bosques-nubosos-como-islas-de-biodiversidad-AA11995522