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Proyecto Primates Panamá

Concurso fotográfico: Burica, La Ruta de los Primates

 

CONCURSO DE FOTOGRAFÍA

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Burica, Ruta de los Primates

¡Gana uno de tres premios de $100 USD!

🎯 Objetivo: Mostrar lo espectacular que es la Península de Burica como modelo de turismo comunitario ecológico.

📍 La Península de Burica incluye todo el territorio de los corregimientos de Puerto Armuelles y Limones.

🗓️ Fechas importantes:

  • Inicio: 21 de septiembre de 2025
  • Cierre: 31 de octubre de 2025 (7:00 p.m.)
  • Anuncio oficial de ganadores: 6 de noviembre de 2025

📷 Temas del concurso:

  • 🌿 Biodiversidad
  • 🌄 Paisajes
  • 🧑‍🌾 Cultura

👥 ¿Quién puede participar? ¡Cualquier persona que viva o visite Burica! No necesitas ser fotógrafo profesional.

📬 ¿Cómo participar? Envía tus fotos por correo electrónico a: 📧 ProyectoPrimatesPanama@gmail.com

Puedes enviar hasta 3 fotos por categoría (máximo 9 fotos). Incluye en el correo:

  • Tu nombre completo
  • Título de cada foto
  • Categoría (Biodiversidad, Paisajes o Cultura)
  • Lugar donde fue tomada
  • Breve descripción de cada imagen

🏆 Premios:

  • 3 fotos ganadoras recibirán $100 USD cada una
  • Selección por panel de expertos de Proyecto Primates Panamá

📜 Importante: Las fotos ganadoras podrán usarse para promocionar la Ruta de los Primates. Tú sigues siendo dueño de tus fotos.

Nota: Cada premio puede ser declarado desierto, de no haber fotos de la calidad requerida.

LA RUTA DE LOS PRIMATES es una iniciativa de turismo ecológico y comunitario


Descargue las bases en formato pdf 👇🏼

CONCURSO DE FOTOGRAFÍA 2025

¿Qué es la Ruta de los Primates?

Vídeo sobre la Ruta de los Primates


 

Un Museo Humboldt en Panamá

Alexander von Humboldt y su legado universal

Ariel Rodríguez Vargas,

Universidad de Panamá y Proyecto Primates Panamá

Hay nombres que el tiempo, en lugar de opacar, vuelve más notorios. Este 14 de septiembre recordamos a uno de ellos, Alexander von Humboldt, una de las mentes más brillantes de la historia en las ciencias naturales. Nació en Berlín en 1769 y desde niño llenaba cuadernos con dibujos de plantas, mapas de ríos y mediciones del aire. Tuvo un espíritu indomable y encontró refugio en la geología y la botánica. Quería comprender la Tierra no como una colección de objetos para museo, sino como un organismo vivo y conectado.

Panamá en la mirada de Humboldt

Su gran gira científica inicia en 1799, con el continente americano como objetivo de estudio. Durante cinco años recorrió lo que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México, Cuba y Estados Unidos. No estuvo en Panamá, pero estudió a fondo la posibilidad de un canal interoceánico en el istmo, recopilando datos geográficos, históricos y cartográficos. Describió al istmo como un punto clave de la geografía mundial. En uno de sus ensayos examinó rutas alternativas para unir los océanos Atlántico y Pacífico, incluyendo Panamá y Nicaragua. Su mirada anticipaba la importancia estratégica que más tarde definiría a nuestro país.

Su periplo por el Nuevo Mundo no fue un paseo de placer. Se enfrentó a volcanes activos, a ríos que parecían mares y a selvas donde la enfermedad acechaba en cada zumbido de insecto. Midió la altitud del volcán Chimborazo, creyéndolo el techo del mundo. Fue allí, en la crudeza del trópico americano, donde nació su visión más revolucionaria, la naturaleza como una red de fuerzas interdependientes.

Humboldt fue pionero en determinar conocimientos claves. Determinó cómo la vegetación cambia con la altitud, la influencia de las corrientes oceánicas en el clima y el papel de los bosques en el ciclo del agua. También advirtió, antes que nadie, sobre los efectos del impacto humano en la naturaleza. En Venezuela observó cómo la tala de árboles secaba el Lago Valencia. En México denunció la destrucción ambiental causada por una minería depredadora. En Cuba condenó la esclavitud, no solo como una abominación moral, sino como un sistema que hería por igual a las personas y a la tierra. Para él, la codicia que deforestaba un cerro era la misma que encadenaba a un ser humano. La injusticia social y la destrucción ambiental eran dos caras de la misma moneda.

Ciencia integrada para el futuro del istmo

Ser científico con una visión humanista sigue siendo una virtud deseada en las nuevas generaciones, por tanto, continúa adelantado a nuestros tiempos. Su obra monumental, Cosmos, publicada entre 1845 y 1862, buscó describir toda la naturaleza como un todo con la visión unificadora de la ciencia. No era solo una enciclopedia de datos, sino una invitación a maravillarse ante la totalidad de la naturaleza o el universo como lo llamaba él.

De vuelta en Europa, Humboldt se convirtió en una leyenda viva. Su palabra era escuchada por Goethe, el gran poeta alemán, y también por un joven Simón Bolívar, a quien inspiró con su visión de una América libre y unida. Nos legó una visión sabia donde ciencia, justicia y soberanía se entrelazan. Humboldt no solo hablaba de mapas y especies, hablaba de dignidad, y eso resuena aún hoy en quienes luchamos por proteger lo que somos y lo que tenemos. El científico nunca opacó al humanista. Criticó el colonialismo, defendió a los pueblos indígenas y abogó por la educación libre. No menos importante aclarar que fue la inspiración científica para personajes como Charles Darwin, Ernest Haeckel, entre otros.

Hoy, mientras el mundo debate sobre crisis climática, extinciones masivas y desigualdad, el legado de Humboldt adquiere una actualidad desgarradora. Su mirada integral es el antídoto contra la parálisis y la indiferencia ciudadana o científica. Ya nos advirtió que es imposible entender la ecología sin entender la economía. En Panamá, su lección tiene un eco especial. La visión de Humboldt resuena en cada manglar amenazado, en cada río contaminado y en cada comunidad que lucha por no ser desarraigada de su tierra. Nos recuerda que no basta con crear “áreas protegidas” si no hay justicia social, que de nada sirve medir la biodiversidad si no sentimos la responsabilidad de protegerla con ahínco.

Un museo para el futuro, inspirado en Humboldt

Conmemorar a Humboldt no puede ser un mero ejercicio de calendario de natalicio. Es asumir el desafío que nos dejó. Es entender que la ciencia, sin conciencia, es un barco a la deriva. Su legado nos exige mirar más allá de los instrumentos de medición, los laboratorios, los manuscritos y los informes técnicos. Nos invita a integrar saberes, a escuchar a las comunidades, a reconocer que la sabiduría ancestral también es ciencia. Humboldt aprendió de los pueblos originarios técnicas de agricultura sostenible y manejo forestal. Reconoció que la observación empírica de quienes habitan el bosque puede ser tan precisa como la lectura de un barómetro. En pocas palabras, fue un científico humilde y nunca soberbio.

También, Humboldt fue un precursor de lo que hoy llamamos gobernanza ambiental. Su enfoque anticipó la necesidad de colaboración entre científicos, autoridades y comunidades para diseñar políticas efectivas. En sus escritos, ya se vislumbraba la idea de que conservar no es aislar, sino convivir con respeto y reciprocidad, ideas claves que todavía no terminamos de aprender.

Pienso que un Museo de Historia Natural, que incluya por supuesto un nuevo jardín botánico, en un lugar icónico de Panamá con el nombre e ideales de Alexander von Humboldt sería inspirador para las nuevas generaciones latinoamericanas que deben rescatar la esencia de la ciencia, combinada con arte y filosofía, tal como lo hizo von Humboldt y lo convirtió en un precursor del pensamiento ecológico moderno. Este museo podría mostrar la evolución del pensamiento ambiental desde los dibujos originales de Humboldt hasta las tecnologías modernas de monitoreo satelital. Podría conectar ciencia y cultura, con exhibiciones que integren conocimientos científicos y tradiciones locales sobre el manejo de recursos. Podría ser también un laboratorio para jóvenes científicos, ofreciendo residencias que combinen biología, arte y filosofía, como lo hizo Humboldt en su época. Puede ser el museo vivo referente de toda la región.

Una brújula para el siglo XXI

Recordar a Humboldt no es mirar hacia atrás, es mirar hacia adelante con más claridad y visión plena. Su legado no pertenece solo a los libros, vive en cada decisión que tomamos por el planeta. Él nos enseñó que la ciencia no es solo números y fórmulas, ni experimentos, ni colecciones, también es sensibilidad, belleza, empatía y responsabilidad.

Su forma de pensar nos ayuda a entender que todo está conectado, que lo que ocurre en un bosque afecta a un río, y lo que pasa en un río puede cambiar la vida de una comunidad. En tiempos de crisis ambiental, su mensaje es más urgente que nunca. Nos invita a ver la Tierra como un ser vivo, donde cada parte importa. Cada acción cuenta y cada ciudadano es necesario para proteger la madre naturaleza.

En Panamá, esa visión es vital. Nos recuerda que proteger la naturaleza no es un lujo, es una necesidad. Que el desarrollo debe caminar junto a la justicia social y el ambiente. Que no basta con medir la naturaleza, hay que cuidarla con pasión.

Que su memoria, en su natalicio, nos inspire a ser más curiosos, más valientes y más humanos. Porque el verdadero propósito de la ciencia es elevar el espíritu y ayudar a construir un mundo más justo, más bueno, más sabio y más vivo.

Publicado originamente en La Estrella de Panamá, el 14 de septiembre de 2025.

Día Internacional de los Primates

Primates y Desarrollo Sostenible

Ariel Rodríguez-Vargas

Presidente de Proyecto Primates Panamá

Cada 1 de septiembre, celebramos el Día Internacional de los Primates, una fecha para reflexionar y recordarnos que compartimos este planeta con seres muy cercanos a nosotros en la escala de la vida. Son seres inteligentes, sociales, con emociones, familias y territorios. En Panamá, este día nos invita especialmente a reflexionar sobre el futuro ambiental que anhelamos. Siendo un país pequeño, cada cicatriz en nuestro entorno es notoria. Por ello, cuidar de nuestros vibrantes bosques, mantener limpios los ríos y proteger a los primates como símbolo de la vida y de los ecosistemas de los que formamos parte, no es un simple deseo; debe ser un imperativo para una sociedad sabia y comprometida con su patrimonio natural.

En el borde sur de la finca de mis abuelos paternos, junto al río, conocí durante mi niñez a una tropa de monos tití conocido también como monos ardilla. Me fascinaba verlos moverse con agilidad y destreza entre las copas de los árboles en busca de alimento. Uno de sus manjares favoritos eran las «guabitas de mono» que crecían en la orilla. Nunca vi a estos pequeños primates en otro lugar que no fuera esos bosques ribereños, en la finca del señor Lay García y en la de mi abuelo. Eran parte de un mundo natural, silencioso y vivo.

También recuerdo los fuertes aullidos que llegaban desde la loma de “El Zapote”. Mis padres me contaron que eran los “monos concones”, animales muy grandes. En mi imaginación infantil, los veía como gigantes. Aunque nunca los vi, su voz resonaba en lo profundo del bosque primario, lejos del camino de lodo y polvo que la gente transitaba. Le temían a las personas. Habitaban únicamente en los «volantines» de los ríos Corotú y Rabo de Puerco, que parecían ser lo último que quedaba de un mundo ya desaparecido en otros lugares. La tala masiva y la potrerización de esa época no solo afectaban a los monos, sino que arrasaban con todo a su paso.

Con el tiempo, comprendí que su futuro dependía de una decisión humana muy sencilla: dejarles un espacio para vivir. Vi cómo esos bosques se convertían en arrozales, luego en maizales y huertas, y finalmente en pastizales para la ganadería extensiva. Los arroyos se volvieron hilos de agua lodosa y los potreros reemplazaron el verdor de los árboles. Los pocos monos se quedaron en silencio. Ya no había cantos ni movimiento entre las ramas. Solo silencio. Muchos años después, volvieron a aparecer; se habían escondido. La gente de ahora no los caza como antes, ¡pero persiste la destrucción de los bosques que a veces con tanto esfuerzo logran recuperarse!

Hoy, al escribir estas líneas, no busco solo recordar. Quiero invitar a la humanidad a reconectar con la naturaleza, a entender que la vida silvestre no es un obstáculo para el progreso, sino su fundamento. Los primates no son animales anónimos; son seres con nombre, familia e historia. En un libro que está casi listo para ser maquetado, presentamos a decenas de ellos, como Urakbá, Diana, Angelina, Virginia, Andreas, Lautaro, Iris, Lineo, Simón, Margarita, Adonis y Araceli, entre muchos más. Cada uno tiene un hogar, una comunidad y peligros que enfrentar. Son sujetos de vida, no objetos. Es una historia única que debe ser contada para que aprendamos a conocerlos y respetarlos, porque nadie defiende lo que no conoce, y nadie ama lo que no siente cercano.

Este cuidado no es solo un acto de bondad, sino una decisión inteligente. El mayor activo de Panamá no es el Canal, es la madre naturaleza. Debemos construir un futuro verdaderamente sostenible, un futuro verde. El turismo basado en la naturaleza, como el ecoturismo, el turismo comunitario y la observación de vida silvestre, puede fácilmente triplicar los ingresos por divisas que hoy genera cualquier actividad extractiva y de alto impacto ambiental. Y lo hace sin destruir los bosques, sin envenenar los ríos y sin silenciar los aullidos de los monos concones. No olvidemos que, incluso con un turismo aún incipiente, Panamá ya recibe más divisas de esta actividad que de muchas otras.

Este no es un sueño lejano, es una posibilidad real. Ya tenemos las leyes y los marcos internacionales de protección ambiental que nos recuerdan que el desarrollo debe cuidar nuestro entorno. Tenemos la biodiversidad, el clima y la belleza natural. Lo tenemos todo. Lo que necesitamos es voluntad y visión para ese modelo de desarrollo sostenible.

Reafirmo que el verdadero desarrollo no se mide en concreto, ni en minas, ni en la madera extraída de nuestros bosques; se mide en los bosques que se mantienen en pie. No se mide en caminos de polvo, sino en ríos limpios. No en ganado sobre tierra desnuda, sino en comunidades que prosperan cuidando su patrimonio.

Un Panamá verde no solo es posible, es necesario. Es nuestro futuro común. Un futuro con Urakbá, con Diana, con Lautaro. Con todos los que aún cantan en lo alto de los árboles y con todos los que vendrán después de nosotros.

Por eso, este 1 de septiembre, Día Mundial de los Primates, renovemos nuestro compromiso. Porque cuando cuidamos a los primates, nos cuidamos a nosotros mismos. Y cuando elegimos la vida, elegimos el futuro. Panamá tiene gente brillante; no echemos por la borda nuestros verdaderos valores y riquezas. El desarrollo sostenible de Panamá es verde y multicolor, como nuestros bosques.

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Publicado originalmente en La Estrella de Panamá el 1 de septiembre de 2025.

Manglar de David: el principio de precaución pisoteado

Manglar de David: el principio de precaución pisoteado

Ariel Rodríguez-Vargas

La reciente decisión de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de Panamá, al negar la suspensión provisional del Estudio de Impacto Ambiental del «Proyecto Puerto Barú», expone una preocupante omisión institucional. Esta resolución permite iniciar obras que afectarán los manglares del distrito de David, en Chiriquí, uno de los ecosistemas más valiosos de la costa pacífica. Aunque aún faltan permisos y concesiones, la Corte, como anfitriona despreocupada, abre las puertas al daño ambiental, como si eso no tuviera importancia.

Los demandantes solicitaron una medida cautelar basada en informes técnicos que advertían sobre impactos graves en manglares protegidos. A pesar de esta evidencia, la Sala concluyó que no existía «daño inminente», desconectándose de la gravedad de los efectos y del rol institucional de proteger el patrimonio natural.

¿Qué sentido tiene el buen derecho ambiental en manos de nuestra Corte si no puede actuar preventivamente antes del daño irreversible? El artículo 118 de la Constitución exige evitar la destrucción de ecosistemas. La Ley 41 de 1998, en su artículo 3, consagra el principio precautorio: cuando exista riesgo de daño grave al ambiente, la falta de certeza científica no debe usarse como excusa para no actuar. La Sala exige certeza total, contradiciendo la lógica del principio. Justicia ciega, cuando los peligros fueron advertidos por unidades ambientales del propio Estado.

Desde mi perspectiva como académico y biólogo, resulta preocupante ver cómo se desestima el conocimiento técnico con tanta liviandad. Panamá ha ratificado compromisos como el Convenio de Diversidad Biológica y el Acuerdo de Escazú, convertido en ley en 2021. Ambos obligan al Estado a prevenir daños a ecosistemas estratégicos como manglares y esteros, vitales para la vida marina. La omisión de estos compromisos convierte al país en firmante sin convicción, y al sistema judicial en un actor desconectado del derecho ambiental de tercera generación, que reconoce el ambiente sano como derecho fundamental e intergeneracional.

Los informes técnicos describen los impactos del enorme dragado permanente al estero, la construcción del puerto, la pérdida de hábitat marino, la contaminación del agua, la erosión del suelo del bosque de manglar y la afectación a la biodiversidad local. Es por ello que la medida cautelar buscaba evitar daños mientras se resuelve el caso. Pero la Corte exigió pruebas como si el daño ya hubiera ocurrido, vaciando el sentido de la acción preventiva. Una vez destruidos estos ecosistemas, ninguna sentencia podrá restituirlos. No se trata de rechazar el proyecto, sino de ubicarlo en un sitio adecuado como Puerto Armuelles, donde no causaría tal impacto ecológico sobre un área protegida.

Luego de todo esto vale hacer la siguiente pregunta: ¿para qué sirven las evaluaciones técnicas si no influyen en decisiones judiciales en casos clave? Esta desconexión entre ciencia ambiental y justicia representa una injusticia ecológica y compromete la legitimidad de la Corte. No es aconsejable que la alta magistratura de justicia de Panamá arrincone el conocimiento científico en favor de intereses ajenos al bienestar colectivo. En su rol institucional, la Corte debe proteger el interés público.

Tribunales internacionales han optado por caminos distintos. En el caso Lhaka Honhat vs. Argentina (2020), la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció que deben aplicarse medidas cautelares para evitar daños irreversibles al ambiente. El derecho ambiental progresivo exige que ante la duda, se favorezca la protección de la naturaleza. La Sala Tercera, por ahora, está privilegiando intereses inmediatos sobre derechos colectivos y ambientales de las futuras generaciones.

La justicia ambiental debe ser oportuna, efectiva y comprometida con el futuro. Si aspiramos a un modelo de desarrollo sostenible, que respete la vida, el agua, el suelo, la biodiversidad y los derechos humanos, necesitamos una justicia que no mire hacia otro lado cuando el ambiente pide auxilio. La verdadera justicia no puede seguir siendo cómplice del saqueo ambiental en nombre del crecimiento económico.

No quiero perder la fe total en la Corte. Espero que este lapsus no sea el preludio de una injusticia, pues muchos otros temas ambientales requieren el análisis y rigor de una Corte justa con los derechos de tercera generación.
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Publicado original en La Estrella de Panamá el 4 de agosto de 2025.

Poema: Voces de La Tierra

La naturaleza es mágica.

VOCES DE LA TIERRA

 

Melifluo canto del ave al alba despierta,
pintando el cielo con su
arrebol.
La vida brota, fresca y siempre abierta,
un don
inefable… ¡eterno destello al sol!

Iridiscencia en el lago sereno,
donde el sol teje sueños de cristal.
Mas si el aceite mancha su terreno,
pierde la luz su manto celestial.

¡Oh, serendipia! Hallazgo inesperado
al ver la flor que nace entre la grieta.
Inmarcesible, fuerte y arraigado,
el viejo roble a la tormenta reta.

Limerencia profunda y verdadera
late en el pecho al ver el bosque en flor.
La tierra clama con
elocuencia fiera:
«¡Soy vida efímera, guardad mi esplendor!».

Lo etéreo del musgo en la montaña,
lo
efímero del ala en el cantar…
Si el hombre olvida su esencial campaña,
¿quién podrá el mundo volver a sanar?

Que nuestra huella sea jempiterna:
promesa viva de guardar, crear.
¡Que la naturaleza, madre tierna,
viva por siempre bajo nuestro andar!

 

El espejismo del reemplazo del plástico

El espejismo del reemplazo del plástico

Ariel Rodríguez-Vargas
Presidente de Proyecto Primates Panamá

Publicado en La Estrella de Panamá (7 de junio de 2025)

Este 5 de junio de 2025, el mundo celebra el Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema «Sin contaminación por plásticos», un llamado urgente ante una crisis global. En Panamá, como en gran parte de América Latina, esta fecha trae campañas contra los plásticos de un solo uso, una problemática tangible que afecta la biota, los suelos, playas, ríos y manglares. Pero los datos revelan una verdad incómoda: los plásticos no son la causa principal, sino el síntoma más visible de un modelo de vida insostenible. Esta fecha debe motivar una reflexión profunda sobre las raíces de la crisis ambiental.

Panamá genera alrededor de 191,580 toneladas de residuos plásticos al año, liderando la producción per cápita en la región, según cifras actualizadas. Más del 88 % no se gestiona adecuadamente, y entre el 60 % y el 80 % de los residuos marinos son plásticos. Este diagnóstico ecológico es alarmante. Pese a políticas como la prohibición de bolsas plásticas (2019), hoy vemos su retorno masivo, incluso para empacar frutas o vegetales que antes no requerían empaque. Lejos de consolidar una cultura sostenible, se ha normalizado el consumo plástico sin plena conciencia de su impacto, generando una contradicción entre los discursos ambientales y las prácticas reales.

El primer espejismo radica en buscar alternativas como vidrio, madera, papel o bioplásticos sin cuestionar su origen ni el patrón de consumo. La evidencia muestra que una botella de vidrio requiere más energía y emisiones que una de plástico si no se reutiliza decenas de veces. Una bolsa de algodón necesita unos 20,000 usos para igualar la huella ecológica de una bolsa plástica convencional. El papel, por su parte, presiona a los bosques no certificados bajo criterios sostenibles, amenazando la biodiversidad. En todo esto surge un segundo espejismo: las llamadas bolsas plásticas “biodegradables”. Estudios técnicos confirman que, en climas tropicales como el nuestro, estas se fragmentan aceleradamente en microplásticos, contaminando suelos y aguas más rápido que los plásticos convencionales. Cambiar materiales sin transformar el modelo de usar y tirar es apenas un paliativo superficial.

En Centroamérica, países como Guatemala, Honduras y El Salvador comparten una misma dinámica de consumismo con creciente generación de residuos, reciclaje insuficiente y sistemas colapsados. Se han adoptado modelos de consumo industrializados sin contar con las estructuras necesarias para gestionar sus consecuencias. Por ello, los impactos ecosistémicos ya son medibles en toda la región. Tortugas marinas como la laúd o la carey confunden bolsas plásticas con medusas y mueren por obstrucción intestinal. Arrecifes están acumulando microplásticos que reducen su resiliencia frente al blanqueamiento coralino. Los manglares, ecosistemas clave para la reproducción marina, ven alterados sus ciclos de nutrientes por partículas sintéticas. Según monitoreos recientes, el 90 % de los peces comerciales del Pacífico panameño contienen microplásticos, partículas que ingresan a la cadena alimentaria humana con efectos aún no totalmente comprendidos.

Frente a esto, la acción ciudadana informada es vital. Rechazar, por ejemplo, los plásticos en carnicerías usando recipientes reutilizables, llevar bolsas de tela duraderas al supermercado (sin caer en comprar nuevas “biodegradables” en cada visita), y evitar cualquier empaque de un solo uso son pasos concretos. Ninguna bolsa es ecológica si se usa una sola vez.

La solución real exige avanzar hacia una economía circular. Urge reducir radicalmente el consumo; establecer normas contra empaques innecesarios, como el plástico en bananos y otras frutas o el empaquetado plástico doble; rediseñar productos para que sean duraderos y reparables; implementar sistemas de reutilización efectiva; y tratar el reciclaje como última opción, no como excusa para mantener una producción desechable.

El Estado debe fortalecer con urgencia la legislación, invertir en gestión integral de residuos y penalizar la producción desmedida. Pero la ciudadanía también tiene un rol esencial o clave, debe cuestionar la comodidad efímera, exigir transparencia corporativa y valorar lo duradero sobre lo descartable.

En este 2025, el mensaje del Día Mundial del Medio Ambiente debe trascender lo simbólico. No se trata de satanizar materiales, sino de transformar nuestra relación con el consumo. Panamá, como puente biológico global con ecosistemas críticos, enfrenta una disyuntiva histórica. La ciencia es clara, solo un cambio sistémico evitará que el plástico, como síntoma de un modelo fallido, siga degradando nuestra riqueza natural. El camino es colectivo. Con menos consumismo, más vida. Con menos empaques, más futuro con ecosistemas saneados.

Mensaje sobre el Día Internacional de la Diversidad Biológica

PROYECTO PRIMATES PANAMÁ

MENSAJE

DÍA INTERNACIONAL DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA 2025

Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible”

El 22 de mayo, al conmemorar el Día Internacional de la Diversidad Biológica 2025, nos unimos al llamado global lanzado por la ONU con el lema “Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible”. En un momento en que el planeta tiene pérdida acelerada de especies y ecosistemas, esta fecha debe ser más que una ocasión simbólica. Es una invitación urgente a reflexionar y a actuar colectivamente como sociedad.

Vivimos tiempos en los que nuestras decisiones, tanto individuales como colectivas, tienen un impacto real en el presente y en el futuro. Según el informe del IPBES, las causas profundas de las crisis ambientales, como la degradación de los hábitats y la biota que nos sostiene también están estrechamente ligadas a nuestros sistemas sociales y económicos. Estos modelos han favorecido el consumo excesivo, la desigualdad y la explotación desmedida de la naturaleza, como si no hubiera un mañana. Sin embargo, el mismo informe nos recuerda que un cambio profundo es posible si transformamos nuestras formas de pensar, producir y convivir, colocando la vida como prioridad.

Panamá, reconocido por su extraordinaria riqueza natural, tiene un rol fundamental en este proceso. Nuestros ecosistemas sostienen una gran diversidad biológica, pero también reflejan los mismos desafíos que enfrenta el planeta entero que incluyen decisiones basadas en intereses a corto plazo y limitaciones en la gobernanza ambiental. Proteger la biodiversidad no es solo preservar especies, sino mejorar nuestra calidad de vida. La seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua limpia, la prevención de desastres naturales, la salud pública, la generación de empleo local y la resiliencia ante el cambio climático están íntimamente relacionadas con ecosistemas sanos y funcionales. Por ejemplo, los bosques ayudan a regular el clima, purifican las aguas; las zonas costeras con manglares mitigan inundaciones, y los polinizadores sostienen nuestra agricultura. Son estos servicios ambientales y ecosistémicos los que sostienen indicadores esenciales de sostenibilidad.

A pesar de los obstáculos, hay motivos para la esperanza. En muchos lugares, tanto en Panamá como en otros países, comunidades organizadas han logrado restaurar bosques, proteger fuentes de agua, crear paisajes más saludables y proponer nuevas formas de economía. Estos logros muestran que es posible avanzar cuando se reconocen diversos saberes, como el conocimiento científico, el conocimiento local y el conocimiento indígena, y cuando se combinan con educación, innovación y voluntad política. El desafío está en ampliar estas experiencias, eliminar barreras como la falta de financiamiento o la desconexión entre políticas públicas y acciones en el territorio.

Desde Proyecto Primates Panamá, reafirmamos nuestro compromiso con la conservación de la biodiversidad mediante el trabajo en restauración de hábitats, monitoreo ecológico y sensibilización ciudadana. Pero sabemos que los cambios verdaderos solo ocurren cuando se suman muchas voluntades. Cada persona puede aportar desde su rol, reduciendo su huella ecológica, participando activamente en su comunidad, educando en valores de respeto hacia la naturaleza y exigiendo transparencia y responsabilidad a quienes toman decisiones.

El desarrollo sostenible no es una aspiración abstracta, es una necesidad urgente para garantizar el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Vivir en armonía con la naturaleza implica reconstruir nuestras relaciones sociales, económicas y culturales bajo principios de equidad, respeto y cuidado. Que este Día Internacional de la Diversidad Biológica sea un punto de partida, no solo para celebrar lo que aún tenemos, sino para comprometernos, desde todos los sectores, a proteger lo que somos y todo lo que depende de nosotros. Un planeta sano y rebosante de biodiversidad debe ser nuestro legado.


MENSAJE DE PROYECTO PRIMATES PANAMA 2025

Día Mundial de la Tierra 2025: «Nuestro Poder, Nuestro Planeta»

Día Mundial de la Tierra 2025: «Nuestro Poder, Nuestro Planeta»

Mensaje de Proyecto Primates Panamá

Este 22 de abril, el mundo celebra una vez más el Día Mundial de la Tierra, una fecha que nos invita a reflexionar y reafirmar nuestro compromiso con el planeta. Bajo el lema de este año, “Nuestro Poder, Nuestro Planeta”, se resalta el papel fundamental que juegan las personas en la defensa del medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático.

A más de 50 años de su primera conmemoración, el Día de la Tierra se ha consolidado como una de las movilizaciones ambientales más importantes a nivel global. Sin embargo, el contexto actual exige mucho más que celebraciones simbólicas. El planeta enfrenta múltiples amenazas: aumento acelerado de las temperaturas, pérdida de biodiversidad, contaminación de suelos y océanos, deforestación, escasez de agua y fenómenos climáticos extremos que impactan a millones de personas cada año.

En Panamá, la situación no es ajena a esta crisis global. Seguimos perdiendo bosques a un ritmo alarmante, mientras actividades insostenibles, como la ganadería extensiva no tecnificada, siguen siendo financiadas por la banca con la anuencia explícita del Estado. Este modelo de desarrollo insostenible debe ser inadmisible en pleno siglo XXI. Los monocultivos extensivos, que carecen de compromisos claros con la creación de corredores biológicos, reservas naturales o medidas efectivas de restauración, tampoco representan un verdadero progreso. Por el contrario, perpetúan un legado de destrucción ambiental que compromete el futuro de las próximas generaciones.

Frente a esta realidad, reconocemos que los gobiernos, las empresas y las organizaciones tienen grandes responsabilidades. Sin embargo, ningún esfuerzo será suficiente si no contamos con el compromiso diario de cada individuo: hombres, mujeres y niños. Este 2025, el mensaje es claro: el verdadero cambio comienza en casa, en la escuela, en el barrio y en nuestras decisiones cotidianas . Cada persona tiene el poder de contribuir, con su ejemplo, a la construcción de una cultura de respeto y cuidado hacia la Madre Tierra.

Desde Proyecto Primates Panamá, rechazamos categóricamente la minería y cualquier actividad destructiva o contaminante que priorice el crecimiento económico a corto plazo, mientras destruye ecosistemas clave en el presente y compromete el futuro. Este tipo de prácticas, impulsadas bajo argumentos de aumentar el PIB, restan oportunidades y recursos a las próximas generaciones, perpetuando un modelo insostenible que ignora la Constitución, las leyes y los principios democráticos que ayudan a respetar consensos, tratados y visiones a largo plazo de país.

Instamos a todos los actores del país, especialmente a los ciudadanos, a asumir con firmeza y visión a largo plazo la responsabilidad de proteger nuestra naturaleza. La naturaleza no solo es nuestro hogar; es también la fuente de vida que nos sostiene.

El poder está en nuestras manos. Hagamos de este 2025 un punto de inflexión hacia un futuro más sostenible, justo y equitativo para todos.

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Dr. Ariel Rodríguez-Vargas
Presidente
Proyecto Primates Panamá

Día Internacional de los Bosques – Alocución

Proyecto Primates Panamá

ALOCUCIÓN

21 DE MARZO – DÍA INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES

Audio

En este Día Internacional de los Bosques, Proyecto Primates Panamá eleva su voz para recordar al mundo y a los panameños la esencia vital de los bosques para nuestro planeta. Estos ecosistemas, mucho más que simples recursos, son el epicentro de la biodiversidad, hogar de innumerables especies, reguladores climáticos y garantes de la salud global. Sin embargo, su valor intrínseco es ignorado por un modelo de desarrollo cortoplacista, impulsado por la irresponsabilidad, la ignorancia y la avaricia, que continúa diezmando estos ecosistemas irremplazables, comprometiendo así nuestro futuro.

Panamá, nación megadiversa, tiene una responsabilidad histórica y constitucional ineludible. Nuestra Constitución Política, las leyes forestales, las normas de protección de la biodiversidad y los compromisos internacionales no son meras declaraciones; son mandatos que exigen acción inmediata. No podemos permitir que la destrucción de nuestros bosques continúe, ya sea por acción directa o por omisión. La deforestación no es solo un crimen ambiental, sino un atentado directo contra nuestra propia supervivencia.

Resulta alarmante constatar que incluso nuestras áreas protegidas, destinadas a ser refugios seguros para la biodiversidad, son vulneradas por invasiones, desmontes ilegales y prácticas ganaderas extensivas anacrónicas, como si aún viviéramos en el siglo XIX, ignorando la importancia de la biodiversidad y su gestión sostenible. Estas prácticas devastan sitios de incalculable valor ecológico y cultural, incluyendo los Bosques Protectores de Darién y Bocas del Toro, el Parque Internacional La Amistad, el Corredor Biológico del Caribe, los bosques canaleros, las áreas protegidas de Darién, los últimos relictos de bosque en Azuero, los bosques de la Península de Burica y las selvas que rodean Portobelo, entre muchos otros.

Estos territorios son santuarios de vida silvestre, fuentes de agua, reguladores climáticos y pilares de la identidad cultural de comunidades indígenas y locales. Su destrucción no solo representa un fracaso institucional, sino una traición a las generaciones futuras, que merecen heredar un planeta habitable.

Los bosques tropicales de América, que concentran el 57% de los bosques tropicales del mundo según la FAO, demandan una cooperación regional y acción conjunta urgente. Sin embargo, la soberanía nacional se ha convertido en un obstáculo para su protección efectiva, y la falta de voluntad política ha reducido la causa ambiental a meros eslóganes, carentes de planes concretos y soluciones reales. Mientras los discursos proliferan, la protección de estos pulmones verdes es postergada indefinidamente.

Ante esta crisis, la educación ambiental se erige como un imperativo ético. Debemos formar ciudadanos críticos y líderes comprometidos, capaces de traducir las urgencias ecológicas en políticas públicas innovadoras y prácticas comunitarias responsables. Nuestro objetivo es claro: transformar la retórica en acción y convertir los bosques en símbolos de un desarrollo que respete los límites de la naturaleza. Hoy, más que nunca, debemos unirnos como sociedad global para preservar este legado, que es también un derecho de las generaciones futuras. No podemos permitir que la negligencia y la miopía humana continúen destruyendo lo que la naturaleza tardó millones de años en construir.

Por ello, hacemos un llamado firme y contundente a todos los panameños y al mundo: los bosques son innegociables. Su protección no es una opción, sino una obligación. Es hora de actuar, de defender nuestros bosques con leyes firmes, educación, voluntad política y acciones concretas. El futuro de la humanidad depende de ello. No hay tiempo que perder.

A pesar de todo, mantenemos la esperanza en que las nuevas generaciones asumirán el liderazgo que las anteriores no supieron enarbolar con la determinación y responsabilidad generacional que el momento exige.

A los que sí se han preocupado y han actuado de alguna manera, nuestro respeto y admiración y le instamos a seguir apoyando la conservación de los bosques, la biodiversidad y la calidad ambiental del planeta.

Muchas gracias.

Dr. Ariel Rodríguez-Vargas

Presidente

Proyecto Primates Panamá

David, 21 de marzo de 2025

Créditos de fotos: (Paisaje: Ariel Rodríguez-Vargas y Monos: Jorge Moisés Herrera)

Día Mundial de la Vida Silvestre 2025

Celebrando el Día Mundial de la Vida Silvestre

Ariel Rodríguez-Vargas

Proyecto Primates Panamá

El 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Vida Silvestre , una fecha que nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y el papel crucial que desempeñamos como guardianes del planeta. En un mundo donde los ecosistemas enfrentan amenazas sin precedentes, es imperativo reconocer que la vida silvestre no solo embellece nuestro entorno, sino que también sostiene nuestra existencia. Desde el aire que respiramos hasta los alimentos que consumimos, cada aspecto de nuestra vida depende de la salud de estos sistemas vivos.

Hace unos años, durante una caminata por los bosques nubosos de Chiriquí, tuve la suerte de encontrarme cara a cara con un quetzal. Su plumaje iridiscente brillaba bajo los rayos del sol filtrados por la neblina, y en ese momento entendí lo que significa ser testigo de algo verdaderamente mágico. El quetzal no es solo un ave; es un símbolo vivo de los bosques que protege, una conexión entre culturas y territorios que une desde México hasta Panamá. Y aquí, en nuestro país, tenemos la suerte de albergar dos especies distintas: una en el occidente del istmo y otra en Darién. Dos especies, dos Reservas de la Biosfera, La Amistad y Darién, y una sola responsabilidad compartida de cuidarlas.

Pero el quetzal no está solo. En Panamá conviven jaguares que cruzan sigilosamente las selvas, águilas arpías que vigilan desde las copas de los árboles, monos aulladores que llenan el amanecer con sus llamados profundos y almendros de montaña que son refugio y hogar para muchas especies, incluyendo las majestuosas guacamayas. Los manglares, esos gigantes silenciosos, protegen nuestras costas mientras dan cobijo a peces, crustáceos y aves migratorias. ¿Se han detenido alguna vez a pensar cuántas vidas dependen de estos ecosistemas? ¿Cuántas historias están tejidas en cada rincón de nuestra biodiversidad?

Sin embargo, esta riqueza no está exenta de amenazas. La deforestación, la contaminación, el cambio climático y la sobre-explotación de los recursos están poniendo en peligro el equilibrio frágil que sostiene a todas estas especies. Según datos de la ONU, más de un millón de especies están en riesgo de extinción debido a la actividad humana. Esto no es solo un número alarmante; es un recordatorio de que el tiempo para actuar es ahora.

¿Qué pasaría si mañana los bosques nubosos de La Amistad quedaran en silencio? ¿O si los manglares que protegen nuestras costas desaparecieran bajo el peso del desarrollo insostenible? ¿Realmente queremos ser la generación que permitió eso? No se trata de una lucha entre los humanos y la vida silvestre. Más bien, debemos asumir nuestro rol como garantes de un equilibrio que nos beneficia a todos. Porque, al final, la vida silvestre no es solo su hogar; es también el nuestro.

Este 3 de marzo quiero invitarlos a empoderarnos como ciudadanos y agentes de cambio. ¿Cómo podemos contribuir? A través del conocimiento, la educación y la acción. Insto a todos, gobiernos locales, nacionales y regionales, organizaciones y comunidades, a participar en jornadas de autoinstrucción, talleres, seminarios y programas de voluntariado que promuevan el valor de la biodiversidad. Pero también a hacerlo en casa, en nuestras familias y con nuestros amigos. Recuerdo que, cuando era niño, mis padres me enseñaron a identificar los cantos y sonido de los animales en el entorno. Esa simple lección despertó en mí una curiosidad que nunca se apagó. Hoy, más que nunca, estamos obligados a transmitir esa misma pasión a las nuevas generaciones. Como bien señala la ONU, invertir en la educación ambiental de los jóvenes es una inversión invaluable para el futuro.

En Panamá, tenemos una ventaja única: somos custodios de una biodiversidad excepcional. Pero con este privilegio viene una gran responsabilidad. Debemos asegurarnos de que nuestras políticas públicas, prácticas empresariales y comportamientos individuales estén alineados con la protección de la naturaleza. Esto incluye fortalecer las áreas protegidas, promover prácticas agrícolas sostenibles, regular el uso de recursos naturales y fomentar la investigación científica sobre especies vulnerables.

Además, debemos recordar que la conservación no es tarea exclusiva de los gobiernos o las organizaciones ambientales. Cada uno de nosotros tiene un papel protagónico que desempeñar. Desde reducir el consumo de plásticos hasta apoyar iniciativas locales de reforestación, cada acción cuenta. Podemos ser voluntarios en programas de monitoreo de fauna, participar en campañas de limpieza de playas o simplemente educarnos sobre las especies que comparten nuestro entorno. La clave está en actuar con conciencia y compromiso.

Este 3 de marzo, mientras celebramos el Día Mundial de la Vida Silvestre, me gustaría imaginar un Panamá donde nuestros nietos puedan caminar por los bosques y sentir el mismo asombro que sentimos nosotros al ver un quetzal o escuchar el rugido distante de un jaguar. Ese futuro depende de lo que hagamos hoy. Y créanme, vale la pena intentarlo.

Hagamos de Panamá un modelo de conservación, donde la vida silvestre sea celebrada, protegida y valorada en toda su magnificencia. Porque, al final, la vida silvestre no es solo su hogar; es también el nuestro.
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Publicado en La Estrella de Panamá el 3 de marzo de 2025.