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Proyecto Primates Panamá

Primates de Panamá: Taxonomía, Distribución y Estado de Conservación

Primates de Panamá: Taxonomía, Distribución y Estado de Conservación (Actualización 2025)

Ariel R. Rodríguez-Vargas
Departamento de Zoología, Universidad de Panamá & Proyecto Primates Panamá


Introducción

Panamá contiene una de las comunidades de primates más diversas y biogeográficamente significativas de Mesoamérica. Para 2025, se reconocen ocho especies nativas, distribuidas en cinco géneros y cuatro familias, todas pertenecientes al parvorden Platyrrhini (Primates del Nuevo Mundo). Esta riqueza refleja la posición del istmo como puente biogeográfico y zona de contacto histórica entre linajes neotropicales.

Durante las últimas décadas, importantes avances en taxonomía molecular, análisis morfológicos revisados, biogeografía histórica y estudios genómicos han generado cambios sustanciales en la clasificación de los primates mesoamericanos. Entre estos destacan:

  • La validación del género Oedipomidas para el tití panameño.

  • La división de Cebus capucinus en múltiples especies, incluyendo Cebus imitator y Cebus capucinus, separadas en Panamá por la Cuenca del Canal.

  • La revisión crítica del “complejo Alouatta palliata–coibensis”, donde los análisis moleculares no respaldan la separación de Coiba y Azuero como especies plenas.

  • Nuevas interpretaciones del rango de Aotus zonalis y del estado crítico de poblaciones aisladas.

  • La consolidación de Saimiri oerstedii como especie válida y de distribución extremadamente restringida en el extremo suroeste del país.

El presente capítulo ofrece una síntesis actualizada sobre la nomenclatura, distribución, localidades tipo, estatus de conservación y controversias taxonómicas de cada especie registrada en Panamá para el año 2025.


Orden Primates Linnaeus, 1758


Familia Callitrichidae

Oedipomidas geoffroyi (Pucheran, 1845)

Nombres comunes: mono tití, bichichí, Geoffroy’s tamarin

Localidad tipo: Panamá, antigua Zona del Canal

Distribución en Panamá (2025)

Especie restringida al centro y este del país, presente en:

  • Panamá Oeste

  • Panamá (metropolitana y este)

  • Colón

  • Darién

  • Coclé (extremo oriental)

Ausente del occidente del país.
Históricas referencias de presencia en Chiriquí o incluso Costa Rica (Carpenter 1935) se consideran no válidas, basadas en individuos transportados o errores de observación.

Rango altitudinal: 0–900 m

Estado de conservación (IUCN 2024–2025):

VU – Vulnerable (declinación por pérdida de bosque y fragmentación).

Notas taxonómicas (2025)

  • El género Oedipomidas ha sido reinstaurado como válido.

  • No se reconocen subespecies.

  • Análisis genéticos confirman afinidad con otros géneros de callitriquinos occidentales, pero apoyan su singularidad.


Familia Aotidae

Aotus zonalis (I. Geoffroy, 1843)

Nombres comunes: mono nocturno, jujuná, owl monkey

Localidad tipo: Quindío, Colombia

Distribución en Panamá (2025)

Confirmado en:

  • Vertiente Caribe desde el río Sixaola hasta la provincia de Colón.

  • Cuenca del Canal (ambas márgenes).

  • Comarca Ngäbe-Buglé (laderas bajas del Caribe).

  • Provincia de Panamá y Darién.

  • Isla Colón y Bastimentos (archipiélago de Bocas del Toro).

Altitud: 0–650 m

Subespecies (aceptadas tentativamente):

  • A. z. zonalis — amplia distribución en el Caribe panameño

  • A. z. bipunctatus — Península de Azuero (probablemente extinta en estado silvestre)

Estado de conservación (IUCN 2024):

  • NT – Casi Amenazado

  • bipunctatus: CR – Críticamente Amenazado

Notas taxonómicas:

  • Aotus zonalis podría representar un complejo de especies, pero aún sin evidencia concluyente.

  • La población de Azuero es una de las más críticas de Mesoamérica.


Familia Atelidae

Subfamilia Alouattinae

Alouatta palliata (Gray, 1849)

Nombres comunes: mono aullador, mono negro, concón

Localidad tipo: Lago de Nicaragua

Distribución en Panamá (2025)

La especie está ampliamente distribuida:

  • Caribe: Bocas del Toro, Ngäbe-Buglé, Colón

  • Pacífico: Chiriquí, Veraguas, Coclé, Panamá Oeste, Panamá, Darién

  • Presente desde manglares hasta bosques montanos (>2,000 m en el Volcán Barú)


Subespecies (criterio IUCN – ASM – ITIS, 2025)

1. Alouatta palliata palliata

Forma continental generalizada.

2. Alouatta palliata coibensis

Localidad tipo: Isla de Coiba
Población insular diferenciada morfológicamente, pero sin linaje genético propio.

3. Alouatta palliata trabeata

Localidad tipo: Península de Azuero
Una de las poblaciones de primates más amenazadas de la región.


Nota taxonómica crítica (2025)

No existe evidencia molecular concluyente que separe a Coiba y Azuero como especies distintas de Alouatta palliata.

Estudios de ADN mitocondrial y nuclear (Cortés-Ortiz et al. 2003; análisis posteriores 2010–2022) muestran que:

  • Coiba, Azuero y las poblaciones continentales no forman clados separados.

  • La divergencia genética es baja, dentro del rango esperado para subespecies.

  • Las diferencias diagnósticas son principalmente morfológicas y biogeográficas, no genéticas.

Por ello:

✔ IUCN, ASM y ITIS los clasifican como subespecies de A. palliata.

✔ Sin embargo, biogeográficamente constituyen unidades evolutivas significativas (ESUs) esenciales para conservación.


Estado de conservación (IUCN 2024):

  • A. palliata (especie): LC – Preocupación menor

  • A. p. coibensis: EN – En Peligro

  • A. p. trabeata: CR – Críticamente Amenazado


Subfamilia Atelinae

Ateles geoffroyi Kuhl, 1820

Nombres comunes: mono araña colorado

Localidad tipo: San Juan del Norte, Nicaragua

Distribución en Panamá (2025)

Históricamente amplio, hoy muy fragmentado:

  • Darién (núcleo más estable)

  • Chagres alto y Cerro Azul (remanentes)

  • Portobelo–Cerro Bruja (poblaciones relictas)

  • Extremo occidental cercano a Costa Rica (muy escasos)

Estado (IUCN 2024):

EN – En Peligro, con subpoblaciones panameñas en estado crítico.

Notas taxonómicas:

  • Las subespecies azuerensis, grisescens y panamensis son morfológicamente distintas.

  • Existe debate sobre elevar algunas a categoría de especie, pero no hay consenso molecular.


Ateles fusciceps Gray, 1866

Nombres comunes: mono araña negro

Distribución en Panamá (2025)

Muy restringida:

  • Darién

  • Sectores al este del Canal (bosques húmedos relictos)

Estado (IUCN 2024):

CR – Críticamente Amenazado

Notas taxonómicas:

Algunos autores proponen fusionarlo con Ateles hybridus, pero la posición sigue en discusión.


Familia Cebidae

Cebus imitator Thomas, 1903

Nombres comunes: mono cariblanco del Pacífico, white-faced capuchin

Distribución en Panamá (2025)

Oeste del país, hasta la Cuenca del Canal, incluyendo:

  • Chiriquí

  • Veraguas

  • Coclé occidental

  • Pacífico hasta el Canal

  • Isla de Coiba (confirmado)

Este es el capuchino típico del paisaje ganadero y bosques secundarios del Pacífico occidental.


Cebus capucinus (Linnaeus, 1758)

Mono cariblanco del Caribe y Darién

Distribución en Panamá (2025)

Desde el este del Canal hacia Darién, con conexión a Colombia:

  • Chagres oriental

  • Panamá Este

  • Darién

  • Caribe oriental

Nota clave (2025): “El Canal divide especies”

Análisis genéticos (Boubli, Lynch Alfaro, Cortés-Ortiz) confirman una separación clara del clado occidental (C. imitator) respecto al clado transístmico (C. capucinus).


Familia Cebidae — Subfamilia Saimirinae

Saimiri oerstedii (Reinhardt, 1872)

Nombres comunes: mono ardilla, pitecillo amarillo

Localidad tipo: David, Chiriquí

Distribución en Panamá (2025)

Extremadamente restringida al Pacífico suroeste de Chiriquí, incluyendo:

  • Punta Burica

  • Punta Piedra

  • Las quebradas y remanentes boscosos periurbanos al oeste de David

  • Laderas cercanas al río Chico

Altitud: 0–1,200 m (ocasionalmente hasta 1,400 m)

Estado (IUCN 2024):

EN – En Peligro

Notas taxonómicas:

  • Nivel específico plenamente aceptado.

  • Es la población más oriental de la especie y genéticamente diferenciada.

  • Representa uno de los primates más vulnerables de Mesoamérica.


Conclusiones generales

La primatofauna de Panamá refleja patrones de gran relevancia evolutiva:

  1. Efectos de la historia geológica del istmo (aislamientos en Coiba, Azuero, Burica).

  2. Fracturas biogeográficas recientes, como la división Cebus imitator / Cebus capucinus ligada al Canal.

  3. Persistencia de linajes relictos (Ateles geoffroyi y A. fusciceps) en bosques de madurez avanzada.

  4. Rangos restringidos y alto riesgo (Saimiri oerstedii, A. p. trabeata, A. p. coibensis).

  5. Continuas necesidades de revisión molecular, especialmente en Ateles, Aotus y el propio complejo Alouatta palliata.

Panamá es, en suma, un laboratorio natural de evolución, dispersión, aislamiento y resiliencia de primates neotropicales, cuya conservación exige una aproximación científica actualizada, integrada y apoyada en criterios genéticos y biogeográficos modernos.

Un historia de Saimiri el mono ardilla o mono tití centroamericano

El mono tití centroamericano = mono tití chiricano con una historia natural especial

El mono ardilla centroamericano (Saimiri oerstedii, Reinhardt 1872) es uno de los primates más singulares y menos conocidos de Mesoamérica. Este pequeño y ágil habitante del dosel es, además, una especie endémica de Costa Rica y Panamá, lo que significa que su presencia está limitada exclusivamente a esta región del Pacífico mesoamericano. A pesar de su importancia biológica y de su distribución tan restringida, durante mucho tiempo no fue incluido en varias listas de referencia de primates neotropicales, una omisión que subraya lo mucho que aún queda por documentar en la biodiversidad de la región.

La especie está compuesta por dos subespecies, cada una con características e historias de distribución particulares. La primera, Saimiri oerstedii oerstedii, se extiende desde la ribera norte del Río Grande de Térraba, en Costa Rica, hasta el Río Chiriquí “Nuevo”, ya en territorio panameño. Es la única subespecie que cruza fronteras y la única presente en Panamá. La segunda, Saimiri oerstedii citrinellus, posee un rango mucho más restringido, localizado exclusivamente en la costa del Pacífico central de Costa Rica, donde las poblaciones subsisten en un paisaje cada vez más fragmentado y sometido a presiones antrópicas.

En cuanto a su hábitat, el mono ardilla centroamericano demuestra una notable capacidad de adaptación. Aunque históricamente ha sido asociado con los bosques tropicales húmedos, también se le observa con frecuencia en bosques secundarios, manglares e incluso en áreas intervenidas con cultivos y plantaciones como palma aceitera o teca. Esta flexibilidad le ha permitido persistir en zonas donde el bosque primario ha sido severamente reducido, aunque su presencia en paisajes dominados por actividades humanas no lo inmuniza frente a las amenazas que lo rodean. La expansión agrícola, el desarrollo urbano y la degradación del bosque siguen siendo factores que afectan directamente la estabilidad y conectividad de sus poblaciones.

Su dieta es igual de variada y revela el papel ecológico que desempeña. Se trata de un primate omnívoro que consume insectos, huevos de aves, néctar, frutas y hojas jóvenes. Su repertorio alimenticio incluye más de 180 especies de plantas, lo que no solo evidencia su adaptabilidad, sino también su importancia en la dinámica del bosque, actuando como dispersor de semillas y contribuyendo al mantenimiento de la vegetación local. Su búsqueda constante de alimento, moviéndose con agilidad entre ramas finas, es una de las imágenes más características de estos monos en su entorno natural.

El comportamiento social de Saimiri oerstedii es igualmente fascinante. A diferencia de otros primates neotropicales que suelen vivir en grupos más pequeños, los monos ardilla forman agrupaciones que pueden llegar a reunir hasta 70 individuos. Estos grandes grupos se desplazan juntos por el bosque en busca de alimento, manteniendo una estructura social compleja y dinámica. Durante décadas se describió un patrón de dispersión en el que los machos permanecían en su grupo natal y las hembras eran las que emigraban al llegar a la madurez. Sin embargo, estudios genéticos recientes han cuestionado esta interpretación al sugerir que la dispersión podría no estar tan marcada por el sexo, abriendo así nuevas preguntas sobre la organización social de esta especie.

En términos reproductivos, los monos ardilla alcanzan la madurez sexual relativamente temprano. Las hembras están listas para reproducirse alrededor de los dos años y medio, mientras que los machos lo hacen ligeramente después, entre los 2.5 y 3.5 años. La reproducción está estrechamente vinculada a la estación lluviosa, cuando la disponibilidad de alimento es mayor. Durante este periodo, los machos experimentan un notable cambio físico: aumentan de peso y presentan una mayor actividad testicular, un dimorfismo estacional que forma parte de la preparación para el periodo reproductivo.

El mono ardilla centroamericano representa, en muchos sentidos, un símbolo de los bosques del Pacífico de Costa Rica y Panamá. Su presencia depende del mantenimiento de corredores biológicos y del manejo responsable de los paisajes que lo albergan. A medida que avanza la transformación del territorio, la especie se convierte en un recordatorio de la necesidad urgente de proteger los fragmentos de bosque que aún persisten y de promover prácticas que favorezcan la conectividad ecológica.

En Proyecto Primates Panamá, reconocemos el valor de este pequeño primate y apoyamos activamente la investigación y divulgación que permitan comprender mejor su ecología, sus necesidades y los desafíos que enfrenta. Cuanto más sepamos sobre él, mejor podremos protegerlo, junto a los ecosistemas que comparte con tantas otras especies.

 

Lianas y Primates

Lianas y primates una alianza esencial en los bosques tropicales
Ariel Rodríguez Vargas
Director de Proyecto Primates Panamá

En los bosques tropicales, donde la vida se entrelaza en múltiples niveles, existe una relación de mutualismo silencioso entre los primates y las lianas que trasciende lo puramente alimenticio. Lejos de ser simples enredaderas, estos elementos estructurales del bosque representan un sustrato ecológico multifuncional que influye en la supervivencia, comportamiento y evolución de monos, lémures y gibones en los trópicos del mundo.

La investigación científica internacional de científicos de México, Tailandia y Reino Unido, publicada en Ecología de las Lianas, desarrollada por Víctor Arroyo-Rodríguez, Norberto Asensio, Jacob C. Dunn, Jurgi Cristóbal-Azkarate y  Arturo Gonzalez-Zamora, documenta sistemáticamente cómo estas plantas constituyen un eje central en la ecología primate. Su trabajo revela que las lianas no son meras proveedoras de alimento, sino arquitectas del paisaje aéreo que los primates habitan.

Sistemas alimentarios complejos en el dosel

Mona aulladora. Es una especie folívora, ya que come hojas de especies arbóreas y lianas.

El estudio identifica 150 especies de lianas consumidas por primates, pertenecientes a 47 familias botánicas, con las leguminosas, vitáceas y bignoniáceas como las más frecuentemente utilizadas. Lo notable no es solo la diversidad, sino la especialización temporal que muestran estos recursos. Las lianas presentan fenologías reproductivas asincrónicas respecto a los árboles, fructificando frecuentemente durante épocas de escasez, lo que las convierte en componentes críticos de la seguridad alimentaria primate.

Las lianas: una despensa natural para los primates

La revisión científica muestra que al menos 16 especies de primates alrededor del mundo consumen lianas. Los grupos de lianas más usadas son Leguminosae, Vitaceae, Bignoniaceae y Apocynaceae, todas muy comunes en bosques tropicales húmedos y también en bosques fragmentados.

¿Qué comen exactamente los primates de las lianas?

Según los datos del estudio de Arroyo-Rodríguez y colaboradores, los primates consumen: frutos (75% de las lianas registradas), hojas (37%), flores, néctar, tallos, corteza y brotes (22%). Esto significa que las lianas no aportan un solo tipo de alimento, sino una diversidad de recursos que ayudan a complementar dietas frugívoras o folívoras.

El concepto de «alimento de respaldo» adquiere dimensiones ecológicas cruciales aquí. Investigaciones en México, Borneo y Tanzania demuestran que cuando los frutos arbóreos escasean, los primates incrementan significativamente su consumo de lianas, desde los lémures ratón en Madagascar hasta los chimpancés en África. Esta plasticidad dietaria, sustentada en la disponibilidad confiable de lianas, puede determinar la capacidad de carga de los hábitats forestales.

Ingeniería de movilidad en el dosel

Más allá de la nutrición, las lianas constituyen una red de infraestructura natural que redefine la economía de movimiento de los primates. Estudios de biomecánica forestal revelan que los orangutanes utilizan las propiedades elásticas de las lianas para catapultarse entre árboles, reduciendo hasta en un 80% el costo energético del movimiento entre copas. Para especies con estrategias suspensivas como los gibones o monos araña, las lianas ofrecen rutas preferenciales que minimizan el descenso al suelo y la exposición a depredadores.

La anatomía misma de algunos primates parece reflejar una coevolución con este sustrato. Investigaciones morfofuncionales sugieren que las especializaciones en las extremidades de los calitrícidos, como las uñas en forma de garra, representan adaptaciones para moverse eficientemente en bosques dominados por lianas donde los soportes son delgados e irregulares.

Arquitectura del comportamiento y toma de decisiones

La influencia de las lianas se extiende a dimensiones comportamentales sofisticadas. Estudios en México documentan que el consumo de lianas implica decisiones espaciales complejas, forzando a los monos aulladores a visitar más parches alimenticios debido al tamaño reducido de las unidades de alimento, incrementando su esfuerzo de forrajeo hasta en un 40% comparado con la alimentación arbórea.

La selección de dormideros revela dilemas ecológicos profundos. Mientras los tamarinos eligen enredaderas para descansar protegidos, los gibones de pileata prefieren árboles sin lianas para evitar el acceso de depredadores. Esta dicotomía expresa el balance entre refugio y riesgo que las lianas introducen en la ecología del miedo de los primates.

Implicaciones evolutivas y de conservación

La proliferación global de lianas en bosques tropicales, impulsada por el cambio climático y la fragmentación, representa un experimento natural a gran escala cuyas consecuencias apenas comenzamos a entender. Por un lado, las lianas pueden facilitar la persistencia de primates en paisajes antropizados, proporcionando conectividad estructural y recursos alimenticios cuando los árboles desaparecen. Proyectos de restauración ecológica en Brasil y México ya incorporan lianas nativas para acelerar la recuperación de hábitats para primates.

Sin embargo, la ecología de las lianas encierra paradojas conservacionistas. Su mismo éxito como competidoras puede suprimir la regeneración arbórea a largo plazo, potencialmente comprometiendo la disponibilidad futura de recursos leñosos para los primates. Estudios a largo plazo en Panamá muestran que las lianas pueden reducir el crecimiento arbóreo hasta en un 50%, creando un dilema ecológico donde el beneficio inmediato para los primates puede contraponerse a la salud del ecosistema forestal.

La investigación futura deberá integrar perspectivas paleoecológicas para entender si la actual proliferación de lianas representa un fenómeno novedoso o el retorno a condiciones del pasado donde los primates evolucionaron en bosques más densos en lianas. Mientras tanto, conservacionistas y manejadores deben reconocer que las lianas son componentes ecológicos esenciales, no malezas forestales, cuyo manejo apropiado requiere entender estas complejas relaciones ecológicas.

Reevaluando un recurso subestimado

Las lianas emergen como socias ecológicas multifacéticas en la vida de los primates, moldeando desde sus estrategias alimentarias hasta sus patrones de movimiento, sus decisiones espaciales y potencialmente incluso su trayectoria evolutiva. En un mundo de cambios acelerados, comprender estas alianzas estructurales será crucial para diseñar estrategias de conservación que reconozcan la complejidad de las interacciones que sostienen la biodiversidad tropical.

“Las lianas son más que simples “enredaderas”. Son pilares ecológicos en la vida de los primates. Alimentan, conectan, sostienen y ayudan a sobrevivir en los momentos más difíciles. Entender esta relación es clave para la conservación de los bosques tropicales y, especialmente, para proteger a las poblaciones de primates que hoy enfrentan fragmentación, pérdida de hábitat y cambio climático.”

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Un Museo Humboldt en Panamá

Alexander von Humboldt y su legado universal

Ariel Rodríguez Vargas,

Universidad de Panamá y Proyecto Primates Panamá

Hay nombres que el tiempo, en lugar de opacar, vuelve más notorios. Este 14 de septiembre recordamos a uno de ellos, Alexander von Humboldt, una de las mentes más brillantes de la historia en las ciencias naturales. Nació en Berlín en 1769 y desde niño llenaba cuadernos con dibujos de plantas, mapas de ríos y mediciones del aire. Tuvo un espíritu indomable y encontró refugio en la geología y la botánica. Quería comprender la Tierra no como una colección de objetos para museo, sino como un organismo vivo y conectado.

Panamá en la mirada de Humboldt

Su gran gira científica inicia en 1799, con el continente americano como objetivo de estudio. Durante cinco años recorrió lo que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México, Cuba y Estados Unidos. No estuvo en Panamá, pero estudió a fondo la posibilidad de un canal interoceánico en el istmo, recopilando datos geográficos, históricos y cartográficos. Describió al istmo como un punto clave de la geografía mundial. En uno de sus ensayos examinó rutas alternativas para unir los océanos Atlántico y Pacífico, incluyendo Panamá y Nicaragua. Su mirada anticipaba la importancia estratégica que más tarde definiría a nuestro país.

Su periplo por el Nuevo Mundo no fue un paseo de placer. Se enfrentó a volcanes activos, a ríos que parecían mares y a selvas donde la enfermedad acechaba en cada zumbido de insecto. Midió la altitud del volcán Chimborazo, creyéndolo el techo del mundo. Fue allí, en la crudeza del trópico americano, donde nació su visión más revolucionaria, la naturaleza como una red de fuerzas interdependientes.

Humboldt fue pionero en determinar conocimientos claves. Determinó cómo la vegetación cambia con la altitud, la influencia de las corrientes oceánicas en el clima y el papel de los bosques en el ciclo del agua. También advirtió, antes que nadie, sobre los efectos del impacto humano en la naturaleza. En Venezuela observó cómo la tala de árboles secaba el Lago Valencia. En México denunció la destrucción ambiental causada por una minería depredadora. En Cuba condenó la esclavitud, no solo como una abominación moral, sino como un sistema que hería por igual a las personas y a la tierra. Para él, la codicia que deforestaba un cerro era la misma que encadenaba a un ser humano. La injusticia social y la destrucción ambiental eran dos caras de la misma moneda.

Ciencia integrada para el futuro del istmo

Ser científico con una visión humanista sigue siendo una virtud deseada en las nuevas generaciones, por tanto, continúa adelantado a nuestros tiempos. Su obra monumental, Cosmos, publicada entre 1845 y 1862, buscó describir toda la naturaleza como un todo con la visión unificadora de la ciencia. No era solo una enciclopedia de datos, sino una invitación a maravillarse ante la totalidad de la naturaleza o el universo como lo llamaba él.

De vuelta en Europa, Humboldt se convirtió en una leyenda viva. Su palabra era escuchada por Goethe, el gran poeta alemán, y también por un joven Simón Bolívar, a quien inspiró con su visión de una América libre y unida. Nos legó una visión sabia donde ciencia, justicia y soberanía se entrelazan. Humboldt no solo hablaba de mapas y especies, hablaba de dignidad, y eso resuena aún hoy en quienes luchamos por proteger lo que somos y lo que tenemos. El científico nunca opacó al humanista. Criticó el colonialismo, defendió a los pueblos indígenas y abogó por la educación libre. No menos importante aclarar que fue la inspiración científica para personajes como Charles Darwin, Ernest Haeckel, entre otros.

Hoy, mientras el mundo debate sobre crisis climática, extinciones masivas y desigualdad, el legado de Humboldt adquiere una actualidad desgarradora. Su mirada integral es el antídoto contra la parálisis y la indiferencia ciudadana o científica. Ya nos advirtió que es imposible entender la ecología sin entender la economía. En Panamá, su lección tiene un eco especial. La visión de Humboldt resuena en cada manglar amenazado, en cada río contaminado y en cada comunidad que lucha por no ser desarraigada de su tierra. Nos recuerda que no basta con crear “áreas protegidas” si no hay justicia social, que de nada sirve medir la biodiversidad si no sentimos la responsabilidad de protegerla con ahínco.

Un museo para el futuro, inspirado en Humboldt

Conmemorar a Humboldt no puede ser un mero ejercicio de calendario de natalicio. Es asumir el desafío que nos dejó. Es entender que la ciencia, sin conciencia, es un barco a la deriva. Su legado nos exige mirar más allá de los instrumentos de medición, los laboratorios, los manuscritos y los informes técnicos. Nos invita a integrar saberes, a escuchar a las comunidades, a reconocer que la sabiduría ancestral también es ciencia. Humboldt aprendió de los pueblos originarios técnicas de agricultura sostenible y manejo forestal. Reconoció que la observación empírica de quienes habitan el bosque puede ser tan precisa como la lectura de un barómetro. En pocas palabras, fue un científico humilde y nunca soberbio.

También, Humboldt fue un precursor de lo que hoy llamamos gobernanza ambiental. Su enfoque anticipó la necesidad de colaboración entre científicos, autoridades y comunidades para diseñar políticas efectivas. En sus escritos, ya se vislumbraba la idea de que conservar no es aislar, sino convivir con respeto y reciprocidad, ideas claves que todavía no terminamos de aprender.

Pienso que un Museo de Historia Natural, que incluya por supuesto un nuevo jardín botánico, en un lugar icónico de Panamá con el nombre e ideales de Alexander von Humboldt sería inspirador para las nuevas generaciones latinoamericanas que deben rescatar la esencia de la ciencia, combinada con arte y filosofía, tal como lo hizo von Humboldt y lo convirtió en un precursor del pensamiento ecológico moderno. Este museo podría mostrar la evolución del pensamiento ambiental desde los dibujos originales de Humboldt hasta las tecnologías modernas de monitoreo satelital. Podría conectar ciencia y cultura, con exhibiciones que integren conocimientos científicos y tradiciones locales sobre el manejo de recursos. Podría ser también un laboratorio para jóvenes científicos, ofreciendo residencias que combinen biología, arte y filosofía, como lo hizo Humboldt en su época. Puede ser el museo vivo referente de toda la región.

Una brújula para el siglo XXI

Recordar a Humboldt no es mirar hacia atrás, es mirar hacia adelante con más claridad y visión plena. Su legado no pertenece solo a los libros, vive en cada decisión que tomamos por el planeta. Él nos enseñó que la ciencia no es solo números y fórmulas, ni experimentos, ni colecciones, también es sensibilidad, belleza, empatía y responsabilidad.

Su forma de pensar nos ayuda a entender que todo está conectado, que lo que ocurre en un bosque afecta a un río, y lo que pasa en un río puede cambiar la vida de una comunidad. En tiempos de crisis ambiental, su mensaje es más urgente que nunca. Nos invita a ver la Tierra como un ser vivo, donde cada parte importa. Cada acción cuenta y cada ciudadano es necesario para proteger la madre naturaleza.

En Panamá, esa visión es vital. Nos recuerda que proteger la naturaleza no es un lujo, es una necesidad. Que el desarrollo debe caminar junto a la justicia social y el ambiente. Que no basta con medir la naturaleza, hay que cuidarla con pasión.

Que su memoria, en su natalicio, nos inspire a ser más curiosos, más valientes y más humanos. Porque el verdadero propósito de la ciencia es elevar el espíritu y ayudar a construir un mundo más justo, más bueno, más sabio y más vivo.

Publicado originamente en La Estrella de Panamá, el 14 de septiembre de 2025.

Día Internacional de los Primates

Primates y Desarrollo Sostenible

Ariel Rodríguez-Vargas

Presidente de Proyecto Primates Panamá

Cada 1 de septiembre, celebramos el Día Internacional de los Primates, una fecha para reflexionar y recordarnos que compartimos este planeta con seres muy cercanos a nosotros en la escala de la vida. Son seres inteligentes, sociales, con emociones, familias y territorios. En Panamá, este día nos invita especialmente a reflexionar sobre el futuro ambiental que anhelamos. Siendo un país pequeño, cada cicatriz en nuestro entorno es notoria. Por ello, cuidar de nuestros vibrantes bosques, mantener limpios los ríos y proteger a los primates como símbolo de la vida y de los ecosistemas de los que formamos parte, no es un simple deseo; debe ser un imperativo para una sociedad sabia y comprometida con su patrimonio natural.

En el borde sur de la finca de mis abuelos paternos, junto al río, conocí durante mi niñez a una tropa de monos tití conocido también como monos ardilla. Me fascinaba verlos moverse con agilidad y destreza entre las copas de los árboles en busca de alimento. Uno de sus manjares favoritos eran las «guabitas de mono» que crecían en la orilla. Nunca vi a estos pequeños primates en otro lugar que no fuera esos bosques ribereños, en la finca del señor Lay García y en la de mi abuelo. Eran parte de un mundo natural, silencioso y vivo.

También recuerdo los fuertes aullidos que llegaban desde la loma de “El Zapote”. Mis padres me contaron que eran los “monos concones”, animales muy grandes. En mi imaginación infantil, los veía como gigantes. Aunque nunca los vi, su voz resonaba en lo profundo del bosque primario, lejos del camino de lodo y polvo que la gente transitaba. Le temían a las personas. Habitaban únicamente en los «volantines» de los ríos Corotú y Rabo de Puerco, que parecían ser lo último que quedaba de un mundo ya desaparecido en otros lugares. La tala masiva y la potrerización de esa época no solo afectaban a los monos, sino que arrasaban con todo a su paso.

Con el tiempo, comprendí que su futuro dependía de una decisión humana muy sencilla: dejarles un espacio para vivir. Vi cómo esos bosques se convertían en arrozales, luego en maizales y huertas, y finalmente en pastizales para la ganadería extensiva. Los arroyos se volvieron hilos de agua lodosa y los potreros reemplazaron el verdor de los árboles. Los pocos monos se quedaron en silencio. Ya no había cantos ni movimiento entre las ramas. Solo silencio. Muchos años después, volvieron a aparecer; se habían escondido. La gente de ahora no los caza como antes, ¡pero persiste la destrucción de los bosques que a veces con tanto esfuerzo logran recuperarse!

Hoy, al escribir estas líneas, no busco solo recordar. Quiero invitar a la humanidad a reconectar con la naturaleza, a entender que la vida silvestre no es un obstáculo para el progreso, sino su fundamento. Los primates no son animales anónimos; son seres con nombre, familia e historia. En un libro que está casi listo para ser maquetado, presentamos a decenas de ellos, como Urakbá, Diana, Angelina, Virginia, Andreas, Lautaro, Iris, Lineo, Simón, Margarita, Adonis y Araceli, entre muchos más. Cada uno tiene un hogar, una comunidad y peligros que enfrentar. Son sujetos de vida, no objetos. Es una historia única que debe ser contada para que aprendamos a conocerlos y respetarlos, porque nadie defiende lo que no conoce, y nadie ama lo que no siente cercano.

Este cuidado no es solo un acto de bondad, sino una decisión inteligente. El mayor activo de Panamá no es el Canal, es la madre naturaleza. Debemos construir un futuro verdaderamente sostenible, un futuro verde. El turismo basado en la naturaleza, como el ecoturismo, el turismo comunitario y la observación de vida silvestre, puede fácilmente triplicar los ingresos por divisas que hoy genera cualquier actividad extractiva y de alto impacto ambiental. Y lo hace sin destruir los bosques, sin envenenar los ríos y sin silenciar los aullidos de los monos concones. No olvidemos que, incluso con un turismo aún incipiente, Panamá ya recibe más divisas de esta actividad que de muchas otras.

Este no es un sueño lejano, es una posibilidad real. Ya tenemos las leyes y los marcos internacionales de protección ambiental que nos recuerdan que el desarrollo debe cuidar nuestro entorno. Tenemos la biodiversidad, el clima y la belleza natural. Lo tenemos todo. Lo que necesitamos es voluntad y visión para ese modelo de desarrollo sostenible.

Reafirmo que el verdadero desarrollo no se mide en concreto, ni en minas, ni en la madera extraída de nuestros bosques; se mide en los bosques que se mantienen en pie. No se mide en caminos de polvo, sino en ríos limpios. No en ganado sobre tierra desnuda, sino en comunidades que prosperan cuidando su patrimonio.

Un Panamá verde no solo es posible, es necesario. Es nuestro futuro común. Un futuro con Urakbá, con Diana, con Lautaro. Con todos los que aún cantan en lo alto de los árboles y con todos los que vendrán después de nosotros.

Por eso, este 1 de septiembre, Día Mundial de los Primates, renovemos nuestro compromiso. Porque cuando cuidamos a los primates, nos cuidamos a nosotros mismos. Y cuando elegimos la vida, elegimos el futuro. Panamá tiene gente brillante; no echemos por la borda nuestros verdaderos valores y riquezas. El desarrollo sostenible de Panamá es verde y multicolor, como nuestros bosques.

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Publicado originalmente en La Estrella de Panamá el 1 de septiembre de 2025.

Manglar de David: el principio de precaución pisoteado

Manglar de David: el principio de precaución pisoteado

Ariel Rodríguez-Vargas

La reciente decisión de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de Panamá, al negar la suspensión provisional del Estudio de Impacto Ambiental del «Proyecto Puerto Barú», expone una preocupante omisión institucional. Esta resolución permite iniciar obras que afectarán los manglares del distrito de David, en Chiriquí, uno de los ecosistemas más valiosos de la costa pacífica. Aunque aún faltan permisos y concesiones, la Corte, como anfitriona despreocupada, abre las puertas al daño ambiental, como si eso no tuviera importancia.

Los demandantes solicitaron una medida cautelar basada en informes técnicos que advertían sobre impactos graves en manglares protegidos. A pesar de esta evidencia, la Sala concluyó que no existía «daño inminente», desconectándose de la gravedad de los efectos y del rol institucional de proteger el patrimonio natural.

¿Qué sentido tiene el buen derecho ambiental en manos de nuestra Corte si no puede actuar preventivamente antes del daño irreversible? El artículo 118 de la Constitución exige evitar la destrucción de ecosistemas. La Ley 41 de 1998, en su artículo 3, consagra el principio precautorio: cuando exista riesgo de daño grave al ambiente, la falta de certeza científica no debe usarse como excusa para no actuar. La Sala exige certeza total, contradiciendo la lógica del principio. Justicia ciega, cuando los peligros fueron advertidos por unidades ambientales del propio Estado.

Desde mi perspectiva como académico y biólogo, resulta preocupante ver cómo se desestima el conocimiento técnico con tanta liviandad. Panamá ha ratificado compromisos como el Convenio de Diversidad Biológica y el Acuerdo de Escazú, convertido en ley en 2021. Ambos obligan al Estado a prevenir daños a ecosistemas estratégicos como manglares y esteros, vitales para la vida marina. La omisión de estos compromisos convierte al país en firmante sin convicción, y al sistema judicial en un actor desconectado del derecho ambiental de tercera generación, que reconoce el ambiente sano como derecho fundamental e intergeneracional.

Los informes técnicos describen los impactos del enorme dragado permanente al estero, la construcción del puerto, la pérdida de hábitat marino, la contaminación del agua, la erosión del suelo del bosque de manglar y la afectación a la biodiversidad local. Es por ello que la medida cautelar buscaba evitar daños mientras se resuelve el caso. Pero la Corte exigió pruebas como si el daño ya hubiera ocurrido, vaciando el sentido de la acción preventiva. Una vez destruidos estos ecosistemas, ninguna sentencia podrá restituirlos. No se trata de rechazar el proyecto, sino de ubicarlo en un sitio adecuado como Puerto Armuelles, donde no causaría tal impacto ecológico sobre un área protegida.

Luego de todo esto vale hacer la siguiente pregunta: ¿para qué sirven las evaluaciones técnicas si no influyen en decisiones judiciales en casos clave? Esta desconexión entre ciencia ambiental y justicia representa una injusticia ecológica y compromete la legitimidad de la Corte. No es aconsejable que la alta magistratura de justicia de Panamá arrincone el conocimiento científico en favor de intereses ajenos al bienestar colectivo. En su rol institucional, la Corte debe proteger el interés público.

Tribunales internacionales han optado por caminos distintos. En el caso Lhaka Honhat vs. Argentina (2020), la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció que deben aplicarse medidas cautelares para evitar daños irreversibles al ambiente. El derecho ambiental progresivo exige que ante la duda, se favorezca la protección de la naturaleza. La Sala Tercera, por ahora, está privilegiando intereses inmediatos sobre derechos colectivos y ambientales de las futuras generaciones.

La justicia ambiental debe ser oportuna, efectiva y comprometida con el futuro. Si aspiramos a un modelo de desarrollo sostenible, que respete la vida, el agua, el suelo, la biodiversidad y los derechos humanos, necesitamos una justicia que no mire hacia otro lado cuando el ambiente pide auxilio. La verdadera justicia no puede seguir siendo cómplice del saqueo ambiental en nombre del crecimiento económico.

No quiero perder la fe total en la Corte. Espero que este lapsus no sea el preludio de una injusticia, pues muchos otros temas ambientales requieren el análisis y rigor de una Corte justa con los derechos de tercera generación.
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Publicado original en La Estrella de Panamá el 4 de agosto de 2025.

Poema: Voces de La Tierra

La naturaleza es mágica.

VOCES DE LA TIERRA

 

Melifluo canto del ave al alba despierta,
pintando el cielo con su
arrebol.
La vida brota, fresca y siempre abierta,
un don
inefable… ¡eterno destello al sol!

Iridiscencia en el lago sereno,
donde el sol teje sueños de cristal.
Mas si el aceite mancha su terreno,
pierde la luz su manto celestial.

¡Oh, serendipia! Hallazgo inesperado
al ver la flor que nace entre la grieta.
Inmarcesible, fuerte y arraigado,
el viejo roble a la tormenta reta.

Limerencia profunda y verdadera
late en el pecho al ver el bosque en flor.
La tierra clama con
elocuencia fiera:
«¡Soy vida efímera, guardad mi esplendor!».

Lo etéreo del musgo en la montaña,
lo
efímero del ala en el cantar…
Si el hombre olvida su esencial campaña,
¿quién podrá el mundo volver a sanar?

Que nuestra huella sea jempiterna:
promesa viva de guardar, crear.
¡Que la naturaleza, madre tierna,
viva por siempre bajo nuestro andar!

 

El espejismo del reemplazo del plástico

El espejismo del reemplazo del plástico

Ariel Rodríguez-Vargas
Presidente de Proyecto Primates Panamá

Publicado en La Estrella de Panamá (7 de junio de 2025)

Este 5 de junio de 2025, el mundo celebra el Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema «Sin contaminación por plásticos», un llamado urgente ante una crisis global. En Panamá, como en gran parte de América Latina, esta fecha trae campañas contra los plásticos de un solo uso, una problemática tangible que afecta la biota, los suelos, playas, ríos y manglares. Pero los datos revelan una verdad incómoda: los plásticos no son la causa principal, sino el síntoma más visible de un modelo de vida insostenible. Esta fecha debe motivar una reflexión profunda sobre las raíces de la crisis ambiental.

Panamá genera alrededor de 191,580 toneladas de residuos plásticos al año, liderando la producción per cápita en la región, según cifras actualizadas. Más del 88 % no se gestiona adecuadamente, y entre el 60 % y el 80 % de los residuos marinos son plásticos. Este diagnóstico ecológico es alarmante. Pese a políticas como la prohibición de bolsas plásticas (2019), hoy vemos su retorno masivo, incluso para empacar frutas o vegetales que antes no requerían empaque. Lejos de consolidar una cultura sostenible, se ha normalizado el consumo plástico sin plena conciencia de su impacto, generando una contradicción entre los discursos ambientales y las prácticas reales.

El primer espejismo radica en buscar alternativas como vidrio, madera, papel o bioplásticos sin cuestionar su origen ni el patrón de consumo. La evidencia muestra que una botella de vidrio requiere más energía y emisiones que una de plástico si no se reutiliza decenas de veces. Una bolsa de algodón necesita unos 20,000 usos para igualar la huella ecológica de una bolsa plástica convencional. El papel, por su parte, presiona a los bosques no certificados bajo criterios sostenibles, amenazando la biodiversidad. En todo esto surge un segundo espejismo: las llamadas bolsas plásticas “biodegradables”. Estudios técnicos confirman que, en climas tropicales como el nuestro, estas se fragmentan aceleradamente en microplásticos, contaminando suelos y aguas más rápido que los plásticos convencionales. Cambiar materiales sin transformar el modelo de usar y tirar es apenas un paliativo superficial.

En Centroamérica, países como Guatemala, Honduras y El Salvador comparten una misma dinámica de consumismo con creciente generación de residuos, reciclaje insuficiente y sistemas colapsados. Se han adoptado modelos de consumo industrializados sin contar con las estructuras necesarias para gestionar sus consecuencias. Por ello, los impactos ecosistémicos ya son medibles en toda la región. Tortugas marinas como la laúd o la carey confunden bolsas plásticas con medusas y mueren por obstrucción intestinal. Arrecifes están acumulando microplásticos que reducen su resiliencia frente al blanqueamiento coralino. Los manglares, ecosistemas clave para la reproducción marina, ven alterados sus ciclos de nutrientes por partículas sintéticas. Según monitoreos recientes, el 90 % de los peces comerciales del Pacífico panameño contienen microplásticos, partículas que ingresan a la cadena alimentaria humana con efectos aún no totalmente comprendidos.

Frente a esto, la acción ciudadana informada es vital. Rechazar, por ejemplo, los plásticos en carnicerías usando recipientes reutilizables, llevar bolsas de tela duraderas al supermercado (sin caer en comprar nuevas “biodegradables” en cada visita), y evitar cualquier empaque de un solo uso son pasos concretos. Ninguna bolsa es ecológica si se usa una sola vez.

La solución real exige avanzar hacia una economía circular. Urge reducir radicalmente el consumo; establecer normas contra empaques innecesarios, como el plástico en bananos y otras frutas o el empaquetado plástico doble; rediseñar productos para que sean duraderos y reparables; implementar sistemas de reutilización efectiva; y tratar el reciclaje como última opción, no como excusa para mantener una producción desechable.

El Estado debe fortalecer con urgencia la legislación, invertir en gestión integral de residuos y penalizar la producción desmedida. Pero la ciudadanía también tiene un rol esencial o clave, debe cuestionar la comodidad efímera, exigir transparencia corporativa y valorar lo duradero sobre lo descartable.

En este 2025, el mensaje del Día Mundial del Medio Ambiente debe trascender lo simbólico. No se trata de satanizar materiales, sino de transformar nuestra relación con el consumo. Panamá, como puente biológico global con ecosistemas críticos, enfrenta una disyuntiva histórica. La ciencia es clara, solo un cambio sistémico evitará que el plástico, como síntoma de un modelo fallido, siga degradando nuestra riqueza natural. El camino es colectivo. Con menos consumismo, más vida. Con menos empaques, más futuro con ecosistemas saneados.

Mensaje sobre el Día Internacional de la Diversidad Biológica

PROYECTO PRIMATES PANAMÁ

MENSAJE

DÍA INTERNACIONAL DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA 2025

Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible”

El 22 de mayo, al conmemorar el Día Internacional de la Diversidad Biológica 2025, nos unimos al llamado global lanzado por la ONU con el lema “Armonía con la Naturaleza y Desarrollo Sostenible”. En un momento en que el planeta tiene pérdida acelerada de especies y ecosistemas, esta fecha debe ser más que una ocasión simbólica. Es una invitación urgente a reflexionar y a actuar colectivamente como sociedad.

Vivimos tiempos en los que nuestras decisiones, tanto individuales como colectivas, tienen un impacto real en el presente y en el futuro. Según el informe del IPBES, las causas profundas de las crisis ambientales, como la degradación de los hábitats y la biota que nos sostiene también están estrechamente ligadas a nuestros sistemas sociales y económicos. Estos modelos han favorecido el consumo excesivo, la desigualdad y la explotación desmedida de la naturaleza, como si no hubiera un mañana. Sin embargo, el mismo informe nos recuerda que un cambio profundo es posible si transformamos nuestras formas de pensar, producir y convivir, colocando la vida como prioridad.

Panamá, reconocido por su extraordinaria riqueza natural, tiene un rol fundamental en este proceso. Nuestros ecosistemas sostienen una gran diversidad biológica, pero también reflejan los mismos desafíos que enfrenta el planeta entero que incluyen decisiones basadas en intereses a corto plazo y limitaciones en la gobernanza ambiental. Proteger la biodiversidad no es solo preservar especies, sino mejorar nuestra calidad de vida. La seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua limpia, la prevención de desastres naturales, la salud pública, la generación de empleo local y la resiliencia ante el cambio climático están íntimamente relacionadas con ecosistemas sanos y funcionales. Por ejemplo, los bosques ayudan a regular el clima, purifican las aguas; las zonas costeras con manglares mitigan inundaciones, y los polinizadores sostienen nuestra agricultura. Son estos servicios ambientales y ecosistémicos los que sostienen indicadores esenciales de sostenibilidad.

A pesar de los obstáculos, hay motivos para la esperanza. En muchos lugares, tanto en Panamá como en otros países, comunidades organizadas han logrado restaurar bosques, proteger fuentes de agua, crear paisajes más saludables y proponer nuevas formas de economía. Estos logros muestran que es posible avanzar cuando se reconocen diversos saberes, como el conocimiento científico, el conocimiento local y el conocimiento indígena, y cuando se combinan con educación, innovación y voluntad política. El desafío está en ampliar estas experiencias, eliminar barreras como la falta de financiamiento o la desconexión entre políticas públicas y acciones en el territorio.

Desde Proyecto Primates Panamá, reafirmamos nuestro compromiso con la conservación de la biodiversidad mediante el trabajo en restauración de hábitats, monitoreo ecológico y sensibilización ciudadana. Pero sabemos que los cambios verdaderos solo ocurren cuando se suman muchas voluntades. Cada persona puede aportar desde su rol, reduciendo su huella ecológica, participando activamente en su comunidad, educando en valores de respeto hacia la naturaleza y exigiendo transparencia y responsabilidad a quienes toman decisiones.

El desarrollo sostenible no es una aspiración abstracta, es una necesidad urgente para garantizar el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Vivir en armonía con la naturaleza implica reconstruir nuestras relaciones sociales, económicas y culturales bajo principios de equidad, respeto y cuidado. Que este Día Internacional de la Diversidad Biológica sea un punto de partida, no solo para celebrar lo que aún tenemos, sino para comprometernos, desde todos los sectores, a proteger lo que somos y todo lo que depende de nosotros. Un planeta sano y rebosante de biodiversidad debe ser nuestro legado.


MENSAJE DE PROYECTO PRIMATES PANAMA 2025