HISTORIAS DE PRIMATES

Historia de María de la Esperanza

Ariel Rodríguez-Vargas

Lunes, 13 de noviembre de 2017

María de la Esperanza es una mona aulladora que tiene el nombre en honor a todas las mujeres madres del mundo. María no tiene ayuda directa en la crianza de su hijo Zeus por parte del padre de nombre Máximo. Sin embargo, Máximo protege al grupo de enemigos y peligros. Ella tiene una familia de 25 miembros y viven en los bosques de la Reserva Forestal Corpachí en la Península de Burica. Su familia más allegada se compone de su madre Sofía; sus tías Gertrudis y Paula; sus tíos Simón y Ezequiel. Sus hermanos: Josefo y María de la Concepción. Su tercera hermana murió electrocutada el año pasado cuando tocó los cables del tendido eléctrico rural que pasan por su hábitat. Ella justo iba a migrar hacia la tropa de monos aulladores vecina. No tuvo suerte, la muerte le cayó como un rayo!

La tropa de María de la Esperanza tiene ocho machos adultos que viven en una aparente alianza, aunque sus estentóreos aullidos con poderosos multi-aullidos, que se pueden escuchar a más de 3 kilómetros de distancia, son una demostración que algún día ellos reemplazarán al macho alfa de la tropa y en efecto lo harán, luego del reinado corto que tienen, que nunca es mayor a tres años. Cuando los monos aulladores viven en hábitat de buena calidad las tropas se confrontan con coros de aullidos, creando un estrepitoso y armónico sonido como de bajos y barítonos de los machos y gemidos y gritos como de sopranos y messozopranos de las hembras.



María de la Esperanza y su hijo Zeus. Ellos dependen de los bosques y los bosques dependen su existencia de la buena conciencia humana. Alouatta palliata y su cría.

La Reserva Forestal Corpachí que incluye los bosques ribereños del Río Limones es un reservorio de diversidad biológica de la Península de Burica, donde los Primates de la zona, son el rostro visible de lo que queda vivo. La mayoría de las especies grandes ya han desaparecido de la zona, lo mismo que los bosques que las sustentaban. El pasto para ganado y las plantaciones de monocultivos se han “comido” el bosque húmedo tropical.

María de la Esperanza y su hijo, representan la esperanza que no todo está perdido en medio de la destrucción masiva de bosques que ha ocurrido en los últimos 80 años en las tierras bajas de Chiriquí. Que los bosques se recuperen de manera parcial sería un gran reto y un gran logro. Si destruimos lo que nos queda sería una derrota para todos, incluyendo el planeta Tierra.

Que María de la Esperanza y su hijo Zeus nos inspiren a los humanos a ser más humanos, más inteligentes, más responsables, más amigos de la naturaleza y mejores personas, sabias y no egoístas, para comprender que este hermoso planeta y el legado que hemos heredado, no nos ha sido dado a nosotros para destruirlo, sino para conservarlo y mejorarlo para el bien común de las futuras generaciones y de la Madre Tierra. Urge que los humanos paremos la destrucción e iniciemos la restauración ecológica de los ecosistemas degradados o destruidos.

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